Opinión

La vía del castigo y del miedo

El mirador

F. Pachón

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Tras más de dos meses de vida, el carné por puntos no parece haber conseguido el objetivo que provocó su apresurado nacimiento: combatir el elevado índice de siniestralidad que registraban a diario nuestras carreteras.

El número de muertos, aún siendo menor que antes, sigue alcanzando cifras preocupantes y los argumentos del director general de Tráfico en nuestro país, Pere Navarro, en cuanto a que el carné por puntos eliminaría de nuestras carreteras a ese 15 por ciento de los conductores que se muestran absolutamente irrespetuosos con el volante, tampoco parecen cumplirse. Esta nueva forma de penalizar -o sea, la vía del castigo y, con ella, la del miedo-, la que recalca siempre el señor Navarro, no tiene por qué ser la mejor. Sorprende que no se haya implantado con la misma rapidez la educación vial obligatoria. También nos preocupa que se defienda más en este país la enseñanza que salva -por decir algo- las almas que la que puede salvar los cuerpos.

Pero como para esto parece no haber capacidad, pues se empieza por la ley represora y no por la que educa, surgiendo de inmediato los problemas y ahí está el quid de la cuestión. Que el fin, ya está dicho, a todos nos gusta, pero los medios, ¡ay los medios!, no parecen los más adecuados.

Por otra parte, si lo que se busca es seguridad, ¿hay alguien que pueda decir que un Mercedes a 150 por las rectas de Albacete camino de Madrid es más peligroso que un Seat 600, con perdón, a 120 en las curvas del puerto de Galapagar? Sin embargo, el primero será castigado y el segundo no. Y ¿hay alguien que pueda decir que un conductor británico con un automóvil británico no es un peligro potencial en nuestras carreteras? Y, sin embargo, no es castigable. Sirvan estos ejemplos para dar un toque de atención sobre lo subjetivo -y lo injusto- de las normas absolutas.