J. Pérez
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Creíamos que eran muchas las campañas, que ya se había gestado una conciencia mucho más vigente, por constante, que el peso tumefacto de los crímenes. Sin embargo, no es así: 2010 ya es un año negro en la violencia contra las mujeres, y diciembre, al ritmo que va, un diciembre negro. Ya en la recta final, son nada menos que 71 las mujeres asesinadas por sus parejas o por sus ex parejas, y eso sin contar otros tres casos que la Policía investiga todavía. En cuanto a diciembre, en poco más de una quincena ha habido cinco víctimas mortales.
Si buscamos la cifra del año anterior, el contraste es muy duro, porque en 2009 fueron 56 las mujeres asesinadas. Es cierto que una sola muerte ya es indignante, pero pensar que después de tantos años de concienciación social, desde las instituciones públicas y también desde muchas organizaciones privadas, y de miles de páginas gastadas en crónicas, artículos, denuncias y programas televisivos, radiofónicos, en fin, las 56 mujeres de 2009 han ascendido a 71 cuando aún no hemos terminado 2010, significa dos cosas: la primera, que hay demasiados asesinos entre nosotros, en la barra del bar, tomando una cerveza o un café, y no los conocemos; la segunda, que todos los demás, a pesar del esfuerzo, y la continuación y la rotundidad cada vez mayor de los mensajes, en algo, o en mucho, nos estamos equivocando. Y esto tampoco lo sabemos, a la vista siniestra de la cifra.
Si sumamos a estos datos que aumentan las víctimas menores de 30 años, en lo que hasta ahora era una franja algo más protegida, el dato ya es desolador: entre las nuevas generaciones de españoles, hombres y mujeres, toda esta inversión de campañas masivas no ha calado tanto como hubiera podido parecer. Inmaculada Montalbán, presidenta del Observatorio de la Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial, afirma que “ha mejorado la respuesta judicial, pero a pesar de ello y de que pueda mejorar más, la justicia actúa cuando ya se ha producido la violencia”.
Se repiten patrones: dominio y sumisión, también en la pareja adolescente. Esto se ve en los institutos, con la influencia siniestra de cierta televisión. Sin embargo, la causa no puede ser la crítica razonable de las denuncias falsas, cuando éstas existen de verdad: criticar la calumnia falsa de un delito a un tercero nada tiene que ver con la condena del delito en sí mismo. Quizá mirando un poco más dentro, podamos encontrar en cada uno restos de un machismo mucho más antiguo que nosotros. Cuando esta barbaridad sigue y se incrementa, algo haremos mal. Sólo queda animar a las mujeres a denunciar la agresión y cargar más las tintas al respecto. Pedir que denuncien cualquier tipo de violencia, física o verbal, y garantizarles cobertura real: una protección que las libere del peso del terror.