Opinión

Padres y educadores

T. Sánchez

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Me siguen maravillando algunos padres que van a las reuniones con los profesores exigiendo más mano dura y disciplina con sus hijos porque “así no van a llegar a ninguna parte”. Ante semejante recriminación, se les dice que la educación de sus hijos ha de ser un trabajo compartido en el que padres y profesores trabajamos en la misma línea y donde los progenitores tienen un gran peso, que en ningún caso debe recabar en los docentes.

Pero parece que no a todos los padres les gusta esa idea. Los hay que contestan que están para darles a sus hijos aquellas cosas que ellos no han podido tener y que si se pasan el día riñéndoles acabarán por cogerles manía. ¡Estupendo! Ustedes traten a sus hijos como colegas, denles todos los caprichos que ustedes no tuvieron, pero no se olviden de darles lo que sí recibieron cuando eran pequeños y adolescentes. No dejen atrás las buenas maneras y los castigos por hacer las cosas mal que nos han enseñado que si uno no se comporta como debe, tendrá que ser castigado por ello. Si no les enseñamos unos límites, después no pretendamos que los profesores desanden ese camino de permisividad y malos modos y conduzcan a los alumnos en una dirección que los convierta en ciudadanos ejemplares y de provecho.

Mis compañeros y amigos me han escuchado decir millones de veces que mis alumnos son el fiel reflejo de sus padres, y así suele ser.Así que antes de culpar a los profesores y a la educación de todos los males de la sociedad, parémonos a pensar si realmente la culpa es, toda o ninguna, de ellos.