Opinión

Construir o destruir la gloria

EL MIRADOR

J.M. Giráldez

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Si la Fórmula 1 fuera un deporte sentimental, es probable que Alonso se hubiera acordado el domingo de sus días de infancia, cuando su padre le llevaba a la competición de karts, cuando empezaba en la jungla del asfalto. Pero tal vez sólo se le pasó por la cabeza el maldito safety car, una seguridad que él no necesitaba y que terminó resultando definitiva. Y las jugadas del azar, o del destino, o de la escudería rival, que también cuenta.

Siempre he tenido dudas acerca de la Fórmula 1 como deporte, pero nunca he dudado de su importancia como escuela para la vida. En esas carreras, en las que todo parece decidido desde la parrilla de salida, termina pasando de todo. Ya sé que es fácil hacer de cualquier deporte una metáfora de la existencia. Pero el domingo, aquel Alonso desconsolado del final de carrera trascendía lo meramente deportivo: era la imagen de la impotencia a causa de unas decisiones incomprensibles. En la vida ocurre también a menudo. En cuanto uno llega al jardín de los senderos que se bifurcan, comienzan las dudas. La elección, la maldita elección. Ese es el gran momento del ser humano. Ahora, con el campeonato perdido casi a manos de un chiquillo, el veterano campeón tendrá tiempo de meditar sobre aquellos días de lluvia en los que todo empezó. Aquellos días en los que la jungla del asfalto ya anunciaba su capacidad para construir o destruir la gloria de un hombre en décimas de segundo. No debería culparse, pues hizo mucho con muy poco. Aunque el tamaño de la herida parezca descomunal, pronto todo quedará sepultado por el anuncio de una nueva temporada.