EL MIRADOR
José Alarcón
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Ex parlamentario durante dos legislaturas como senador y una de diputado nacional, con la suerte de que por entonces a los políticos los juzgaba el pueblo, pero no los calificaba, como sucede ahora con el Gobierno del PSOE que preside el señor Rodríguez Zapatero desde el año 2004.
Cuando en las encuestas veo que los españoles califican a los políticos como la tercera preocupación del país, la vergüenza me ataca por dentro, como si los sapos que todo cargo público se traga resucitaran, provocando incomodidad e intransigencia. Ello tiene su explicación: la política es un servicio para el bien común y general. Y si el político de hoy interpreta que la política es un servicio personal y está para servirse de ella, es justo que los españoles descalifiquen la función política y a los políticos, ¡lamentable y triste, porque hay muchos que no van por esa dirección!
Siento pena porque hechos muy personales y privados se proyectan en descalificaciones generales. No obstante, es el pueblo quien opina, y nadie está más y mejor autorizado que él para darle nota a los políticos, a sus decisiones y a sus conductas. Como, por ejemplo, la de hacer una crisis de Gobierno -como ha sucedido ahora- para que no se hable del paro, de la pésima economía que afecta a muchas familias y del daño que puede ocasionar a España los Presupuestos Generales del Estado para 2011.