Entrevistas

“Mi corazón está en Cercedilla”

Francisco Fernández Ochoa afirma que “un pueblo no deja de ser una gran familia” (Foto: CEDIDA)

FRANCISCO FERNÁNDEZ OCHOA, medalla de oro en los juegos olímpicos de 1972 y vecino de Cercedilla

Laura de Dios | Miércoles 22 de octubre de 2014
Francisco Fernández Ochoa, Paquito para los vecinos de Cercedilla, fue el primer deportista español que ganó una medalla de oro en unos Juegos Olímpicos (Sapporo, 1972); además, ha sido miembro de la Federación Española de Deportes de Invierno y del Consejo Superior de Deportes. Ahora, con casi 57 años, afronta una dura enfermedad con el aplomo de un gran campeón. Sin lugar a dudas Paquito ha sido el mejor esquiador español de todos los tiempos y ahora se ha puesto como reto ser el mejor abuelo del mundo, y así lo demuestra con una indisimulada pasión por su nieto, Amable.
¿Que importancia tiene Cercedilla en su vida?
Cercedilla es el lugar en el que más feliz me siento. Me he educado y criado aquí. Es lógico, es fácil de comprender. Aquí están mis raíces, mis amigos… mi mujer también es de aquí. He estado viajando durante 30 años como un loco, de acá para allá, y siempre con la mente fija en volver, y ahora que puedo hacerlo, no me voy a ir, mi corazón está en Cercedilla, aquí tengo la tranquilidad que es tan difícil encontrar. Llevo 33 años viviendo en la misma casa. Aquí soy muy feliz, eso no quiere decir que de vez en cuando salga para viajar o visitar a amigos. Cambiar de aire es importante.
¿Participa en la vida pública de la localidad?
He participado muchísimo, con la Asociación de Mozos, con la de Casados, he ayudado a organizar los festivales taurinos a beneficio de los ancianos… Participo siempre que me llaman, antes quizás más, porque tenía más inquietud, pero ahora lo he ido perdiendo, porque mis hijos se han hecho mayores. Ya no tengo esa obligación. Han elegido una vida en la que no dependen de Cercedilla. Esta localidad carece de muchas cosas que una persona joven con motivación necesita. Otra cosa es que éste sea tu ambiente y aquí te sientas como en ningún otro sitio.
¿Sigue manteniendo a los mismos amigos de siempre?
Siempre. Lógicamente la convivencia no es igual que cuando eres joven, que tienes un contacto diario, pero nunca lo hemos perdido. De mi generación todos nos conocemos y siempre he sido uno más, disfruto viéndolos y tomando una caña. Nunca ha habido diferencia, aunque la gente cuando te ve en las revistas o en la televisión se cree que eres más inaccesible, pero no es así. Un pueblo no deja de ser una gran familia.
¿Cómo es un día cotidiano en su vida?
Desde 1983 bajo a Madrid a diario a trabajar. Allí tengo mis negocios, las tiendas, los cursos a las empresas… Desde el mes de octubre pasado estoy un poco más parado debido a mi enfermedad, aunque sí que he viajado, porque lo que tengo son muchos años y eso te permite muchas licencias. Puedes mirar las cosas desde otra perspectiva y darles la importancia que se merecen. Menos mal que me ha tocado a mí y no a otro miembro de mi familia, porque si eso hubiera pasado lo llevaría muchísimo peor. También estoy contento y soy afortunado de que esto haya llegado ahora que mis hijos son adultos. Si esto me hubiera sucedido hace 15 años sería mucho más difícil para todos.
¿Qué cambiaría de Cercedilla?
Muchas cosas. Tiene deficiencias de todo tipo y además hay poca iniciativa, y eso frena a la juventud y a quien se quiera asentar aquí. Y hasta ahora no se ha hecho nada para remediarlo. Hay ejemplos en los alrededores como en Navacerrada, Moralzarzal o Alpedrete donde el pueblo ha ido creciendo con las necesidades de los habitantes. Cercedilla tiene todavía un retraso importante que recuperar, ya que durante muchos años no se cuidó la infraestructura general del pueblo. Antes era un municipio que destacaba, era agradable, y ahora es incómodo. Hay que aprovechar todos los recursos de los que dispone esta maravilla de pueblo.

A lo largo de una vida tan intensa como la suya, ¿hay alguna anécdota que recuerde especialmente?
Con 13 años, mi familia me dio 7.000 pesetas para comprarme unos esquís buenos que necesitaba para participar en un campeonato en Austria. Cuando los fui a recoger, me los habían robado, y como no podía volver a casa sin ellos y sin las 7.000 pesetas, decidí robar otros esquís. Pasé dos noches hasta llegar a España que no olvidaré nunca. Eso sí, no he vuelto a robar nada.
¿Cómo se inició en el mundo del esquí?
Con sólo 3 años subí a unos esquís por primera vez. Esquiar antes era una necesidad para desplazarse. La nieve era mi elemento natural, la base de mis juegos, de mi educación y de mi infancia. Utilizaba los esquís para poder llegar al colegio. En aquella época tenía unas botas de media caña en las que enganchaba los esquís y que luego me servían para todo, incluso jugaba al fútbol con ellas. Aún las conservo.
¿Cómo está el esquí español en la actualidad?
El esquí de alta competición no está tan desarrollado como podría. No se ha cuidado la educación de campeones en esquí, eso no existe en España, lo que sí que existe es la industria del turismo de invierno, pero son cosas diferentes. Habría que implantar una infraestructura de apoyo y una cultura de selección para los talentos, como hacen en otros países, aunque lo cierto es que no es un deporte fácil. Es muy difícil destacar y poder vivir del esquí.