El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Mañana, sábado, la Vuelta a España cumple con su habitual paso por la Sierra, en esta ocasión con un escenario inédito: la subida a la Bola del Mundo, después de haber pasado por los puertos de la Cruz Verde, El León y Navacerrada. Una etapa que promete emociones fuertes, puesto que de ella saldrá de forma definitiva el ganador de la ronda ciclista -con Vincenzo Nibali y Ezequiel Mosquera como los dos grandes favoritos-, y que también ha venido acompañada de cierta polémica debido a las críticas de los colectivos ecologistas, cuyas denuncias en otros momentos han resultado justificadas, pero que en este caso parecen, más que nada, oportunistas. Desde luego que hay que procurar que el impacto ambiental sea mínimo y que la zona sea completamente limpiada tras el paso de la caravana ciclista, pero de ahí a señalar que se trata de un “despropósito” va un trecho muy largo, puesto que, siguiendo ese razonamiento, tampoco cabría pensar en las míticas etapas de los Lagos (Asturias, Pirineos o el propio monte Abantos -que también cuenta con la calificación de Paisaje Protegido-. Más allá de la crítica fácil, lo que debe primar en asuntos como éste es el equilibrio y la búsqueda del interés común, más aún si tenemos en cuenta que el ciclismo, ya sea profesional o amateur, es un deporte ligado de forma estrecha a la naturaleza, por lo que están llamados a entenderse y respetarse de forma inequívoca, con el esperado concurso de la montaña como prueba de fuego para el esfuerzo de los corredores, lo mismo en esta subida a Guarramillas que en el Tourmalet francés o el Mortirolo italiano. Todo ello sin olvidar además el rendimiento económico y turístico que supone el paso de la Vuelta, porque de lo que se trata en última instancia es de sumar y no restar. Eso es lo que de verdad hará que el Parque Nacional de la Sierra del Guadarrama tenga sentido y esté al alcance de todos.