OPINIÓN
ALFREDO FERNÁNDEZ | Miércoles 22 de octubre de 2014
Cuando volvamos de vacaciones, el fin de los toros en Cataluña puede ser una realidad. Lejos de la alegría que les pueda dar a los antitaurinos, el trasfondo de toda esta persecución es puramente político. El Parlamento catalán votará el próximo 28 de julio la permanencia de los toros o el final de una Fiesta tan española como catalana. La última semana ha sido descorazonadora. Parecía que CiU tendía la llave sobre el futuro taurino al dar libertad de voto a sus parlamentarios, pero también el PSC se ha sumado a esta postura y no votará en bloque de manera conjunta. Su portavoz, David Pérez, un cínico, siempre parecía estar del lado del sector taurino, pero ha mentido como un vellaco, porque aseveró que en la votación final su grupo rechazaría la ILP (Iniciativa Legislatura Popular). Esta decisión debe situarse en el contexto del malestar en las filas del PSC por la sentencia del Constitucional acerca del Estatut.
Me pregunto dónde queda la conciencia y la moral de aquellos parlamentarios del PSC que votaron a favor del aborto. La hipocresía política no tiene techo y a la mierda se irá la democracia y la libertad que tantos años ha costado conseguir.
Soy muy poco optimista y si ahora el mundo del toro tiene que depositar su esperanza en los políticos de CiU y PSC, mal vamos. No estaría de más que en las próximas elecciones muchos pensaran a quién van a dar su voto.