Opinión

Un duelo absurdo

PUNTO DE VISTA

G. Iglesias

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Desde hace años el ámbito político de la Comunidad de Madrid discurre bajo la influencia de un intenso duelo que mantienen dos pesos pesados. Dos personajes de parecido fuste, que comparten el mismo partido y cuyas conocidas discrepancias rebasan de largo los límites geográficos del propio territorio donde suceden, hasta el punto de que el duelo adquiera auténtica trascendencia nacional y plantee la posibilidad de un combate mucho más intenso aún en un futuro no remoto en el que la formación política en la que ambos militan sea llamada a gobernar el país, cuestión que sucederá tarde o temprano y probablemente más temprano que tarde.

Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid y Alberto Ruiz Gallardón, alcalde de la capital, han escenificado con frecuencia y de manera pública los muchos argumentos que les separan y a pesar de los esfuerzos realizados por la cúpula del partido para tratar de limar asperezas, esto no ha podido ser. Su enfrentamiento es notorio, ambos aspiran a las más altas magistraturas, ambos gobiernan ámbitos convergentes y ambos son ganadores natos. Sabido es que en Madrid manda el PP y esa superioridad insultante ha de traslucirse necesariamente en la exaltación de los grandes líderes naturales que han contribuido necesariamente a consolidar este panorama. Sin embargo, a la hora de analizar de un modo más pormenorizado el escenario en el que habitan Aguirre y Gallardón, algunos argumentos se abren paso, y esos argumentos terminan coincidiendo en un primer punto de partida que necesariamente determina el contenido de los que le suceden. Esperanza es, sin duda, el verdadero motor del cambio cuantitativo experimentado por la Comunidad de Madrid en todos los órdenes: social, cultural y especialmente industrial y económico y gracias a su brillante gestión Madrid gana ya a cualquier comunidad de España y se ha colocado a la cabeza del ranking autonómico, superando por primera vez a Barcelona en todos los terrenos. Y todo esto se debe a Aguirre. Ruiz Gallardón ha disfrutado de ese mismo capital político; presidió Madrid con anterioridad, pero jamás consiguió afirmarse en una posición tan indiscutible como la que ha logrado Esperanza en tiempo récord. Hoy, en la Alcaldía, y a pesar de los duelos que mantiene con la presidenta para intentar derribarla, Gallardón le debe a Aguirre su mayoría, su cómoda posición política y la estabilidad de su futuro. El alcalde ha cometido muchos errores, se ha involucrado en proyectos muy comprometidos, ha dilapidado el dinero de la ciudadanía y a la postre ha fracasado en aquellos objetivos faraónicos que se ha propuesto. Pero mantiene casi intacto su capital político. Y esta situación que, probablemente no merece, se la debe a los aciertos de una presidenta a la que ha querido torpedear valiéndose de sus influencias en grupos mediáticos que la han combatido a muerte hasta que la dinámica de los temas ha marcado la rendición.