Toros

El espíritu de los encierros

OPINIÓN

ALFREDO FERNÁNDEZ | Miércoles 22 de octubre de 2014
Pamplona y sus sanfermines están a la vuelta de la esquina. El eje de estas fiestas, del 7 al 14 de julio, vuelven a ser los encierros. A partir del próximo miércoles, la emoción estará servida por las calles del casco de la vieja Iruña. Y estos encierros son el espejo donde se miran todos los municipios, que con sus recursos y su ilusión intentar trasladar la tradición de correr los toros por las calles del pueblo. Pero no hay que crear falsos engaños y rescatar lo que verdaderamente representa el encierro. Hoy se ha convertido en un espectáculo de masas, donde sólo prevalece el encierro y se obvia que para que exista luego tiene que haber por la tarde una corrida. De lo contrario, no tiene sentido. Luego parece que los que se juegan la vida son los corredores, que lo hacen, pero ninguneamos a los que de verdad se exponen, que son los que se visten de luces con un trapo rojo y se quedan muy quietos ante un torazo con dos puñales como el que sale en Pamplona.

Estos días, los principales medios bombardearán sus parrillas con imágenes de cogidas y cebarán el morbo de los heridos, pero faltará un hueco para los triunfos de los toreros en los festejos.

Entre tanto anti, tanto demagogo y tanta parafernalia encerrista, donde algunos se ensalzan como “expertos”, conviene refrescar la memoria de lo que significa el encierro en sí mismo. Antaño consistía en trasladar desde el campo a la plaza a los toros que debían lidiarse, con la ayuda de caballistas y bueyes. Hoy por hoy se hace una representación de esa tradición en un recorrido previamente delimitado. A los que tanto demandan los encierros, sin importarles lo que luego viene detrás, es decir, un espectáculo taurino, convendría recordar que los encierros son una consecuencia, pero no el fin. Luego hay verdaderos expertos. Que si una ganadería tiene un comportamiento u otro, fijándose en las estadísticas de los heridos en los últimos años. Bobadas, porque cualquier toro en la calle tiene mucho peligro, sea del encaste que sea. El comportamiento del toro lo muestra con su lidia en la plaza, donde saca lo que lleva dentro- En la calle sólo se defiende.

También se cae en el error garrafal de quienes piensan que los toros llegan a la plaza después de haber protagonizado la carrera, los meten a un camión y los devuelven a la paz de la dehesa, desconociendo que el fin del encierro es lidiarlos. El toro muere y al día siguiente vendrán otros a crear emoción y a mantener este extraordinario ritual que ojalá permanezca vivo. Encierros y corridas de toros no se pueden entender por separado.