EL KIOSCO
Javier Merino
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Cuando en un campeonato del mundo de fútbol el espectáculo se produce fuera del terreno de juego, es que algo está fallando. Y eso es lo que está sucediendo en Sudáfrica, donde el frío en algunas sedes llega a los ocho grados bajo cero y el ruido ensordecedor de las trompetillas (vuvuzelas) nos vuelve a todos locos; por no hablar de esos cacos dispuestos a desvalijar a los confiados turistas. Y por si todo esto fuera poco, Zidane y Luis Aragonés también han puesto su granito de arena a tanto despropósito.
El primero, contribuyendo activamente al proceso de descomposición de Francia. El ahora asesor áulico de Florentino Pérez, no ha parado de zascandilear entre sus ex compañeros de selección, utilizando su indudable ascendencia para abrir un frente anti Domenech y provocar un cisma entre camarillas. Curiosamente, nadie le ha reprochado nada al emblemático agresor de Materazzi y, ni mucho menos, le ha pedido al francés que se calle. Cada cual es libre de conspirar contra quien quiera, siempre y cuando asuma las consecuencias posteriores de su maquinación, que pueden acarrearle desde el expediente doctrinal, a la pena de muerte; todo depende de épocas y lugares. En cambio a Luis Aragonés no paran de reprocharle que haya dicho la suya con respecto al juego de España. ¡Qué se calle ya!, piden los inquisidores. El ex seleccionador, en su condición de comentarista, es libre de opinar lo que piensa. Antes que él, Vicente del Bosque fue tertuliano, aunque eso si, mucho más soso. Y como él, este Mundial está plagado de antiguos técnicos y futbolistas, que predican su verdad por doquier, sin que nadie se escandalice. ¿Por qué, entonces, hay que amordazar a Luis? ¿Tal vez porque no se atiene a lo políticamente correcto?