EL MIRADOR
P. Ledo
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Escribo cuando todavía no se ha resuelto la cuestión -indemorable- de la reforma laboral. Supongo que al final llegarán a un acuerdo, pues a ninguna de las partes le interesa una ruptura traumática, ya que el Gobierno se juega el ápice de credibilidad que le pueda quedar en el exterior y a los llamados “agentes sociales” -que no representan a nadie- les va con ello su privilegiada posición económica y de poder. Todos arriesgan en el envite. Y el dinero no tiene patria, ni corazón, ni tripas.
Ahí tenemos a las grandes fortunas del país huyendo en estampida hacia lugares más seguros que España, que diga lo que diga la propaganda oficial, está técnicamente en suspensión de pagos. La deuda pública y privada en el exterior, singularmente esta última, es de dimensiones de difícil asunción. Es posible que todavía podamos superar el mes de julio, en el que tendremos que hacer frente al vencimiento de la deuda del Estado por más de 24.000 millones de euros, pues la eurozona no se puede ir al garete, pero vamos a pagar muy caros los despilfarros de Rodríguez Zapatero en el gasto público. España, según solventes opiniones, tiene que adoptar medidas radicales -un plan bien coordinado- para superar el abismo en que nos encontramos. Se lo dijo Rajoy a Zapatero en el Parlamento: reducción del aparato del Estado, supresión de subvenciones a los sindicatos y a los partidos políticos, cese del chorro de dinero que se regala al Tercer Mundo; reformas estructurales en la Administración, en el sector financiero y en el mundo laboral y, sobre todo, la medida más importante: poner orden en el Estado de las Autonomías, un hueso difícil de roer, aunque esto merece un capítulo aparte.