El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Como viene siendo habitual, el alcalde de Collado Villalba, José Pablo González, no ha desaprovechado la ocasión de hacer visible su enfrentamiento con el secretario general del PSM, Tomás Gómez, erigiéndose estos días en máximo defensor del vicesecretario de Organización del Partido Socialista y ministro de Fomento, José Blanco, en lo que parece más bien una indisimulada manera de mostrar sus credenciales ante un hipotético relevo al frente del socialismo madrileño. No contento con eso, se desmarcó también de la carta de apoyo al ex regidor de Parla suscrita por numerosos primeros ediles, entre ellos Enrique Cascallana o Pedro Castro.
Hablábamos la semana pasada en este mismo espacio de las contradicciones del josepablismo, y esta nueva andanada no hace sino confirmar que estamos ante un político que trata de arrimarse siempre al sol que más calienta, dando bandazos de lado a lado y protagonizando, como esos toros mansos que desarrollan peligro, arreones envenenados y espantadas aún más llamativas. Todavía está reciente el episodio de su renuncia in extremis a figurar en las listas al Parlamento Europeo. Escapó del exilio para quedarse en Collado Villalba y ahora parece que ha puesto su mirada de nuevo en la Comunidad de Madrid, demostrando una vez más que su tiempo aquí está agotado.
En otro contexto, el de los presupuestos, el portavoz del Partido Popular en la localidad, Agustín Juárez, señaló en el debate que al regidor villalbino le podían los “delirios de grandeza”, hasta el punto de haber hecho vivir a este municipio por encima de sus posibilidades. La lista de ejemplos que avalan la tesis es larga y variada, desde el concierto de Elton John a la construcción del túnel-parking de Honorio Lozano. Una política errática y personalista que también tiene su manifestación en la actitud con la que el regidor trata de amedrentar a quienes, como este medio, se oponen de forma abierta a su gestión. Víctima de su propio discurso (aquello de ver la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio), todavía hay quienes le ríen las gracias, aunque cada vez son menos, y hasta quienes le jalean de forma caciquil y chusca, esperando así prorrogar una posición de privilegio a la que de otra manera difícilmente podrían aspirar. Pero unos y otros olvidan que José Pablo González, como demuestran sus vehementes palabras contra Tomás Gómez, está ya en otra guerra.