EL MIRADOR
Por: T. Fernández
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Un ministro al alza presumía hace poco de la ‘ambiciosa reforma’ que tenía previsto llevar a cabo en su departamento para así poder abordar un ‘imprescindible ajuste económico’. Su propósito era mantener, sí, las inversiones, pero al tiempo reducir cargos directivos, fusionar empresas públicas y disminuir el gasto corriente. Un objetivo que resumía en cuatro palabras: “Hacer más con menos”. Y en ello aún debe estar.
Hasta aquí todo perfecto, nuestras variopintas Administraciones públicas no parecen ser en general muy conscientes de la vieja enseñanza de la cigarra y la hormiga; de guardar para los tiempos de necesidad. Eso sí que es la verdadera economía sostenible. Y no parecen tener muy en cuenta que a toda burbuja le sigue el inevitable estallido de la misma. Así ha sucedido en los últimos años con el boom de las nuevas tecnologías, del crédito y, en nuestro país, del ladrillo. En la economía, como en la vida misma, los excesos se pagan. Por todo ello no se entienden las alegrías y autosatisfacciones de unos y otros cuando cortan un poquito por allí, otro por allá y poco más; es decir, cuando hacen mucho menos de lo que debieran hacer. Y esa es la pregunta: ¿están nuestras Administraciones públicas -cuatro nada menos, sin contar la enorme burocracia europea- aplicando el saneamiento necesario no sólo para la lógica de hoy, sino un poco para la de siempre? Mucho me temo que no. Mucho me temo que estemos podando la punta de los árboles, pero no entrando en la imprescindible tala del bosque. Y ello es que nos hemos dotado de un sistema político y territorial económicamente insostenible. O si se prefiere: es que tenemos un sistema económico que no aguanta el gasto de las Administraciones públicas.