Editorial

Presente y futuro del Valle de los Caídos: un debate en el que se debe actuar con altura de miras y por encima de las ideologías

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Mucho se está hablando en las últimas semanas del presente y el futuro del Valle de los Caídos, principalmente a raíz del cierre al público general del monumento desde finales de 2009 hasta que, coincidiendo con la Semana Santa, Patrimonio Nacional ha anunciado su reapertura. Todavía ayer se podía leer en la web oficial de este organismo que “a partir del 23 de noviembre de 2009 se cierra a la visita pública la Basílica del Valle de los Caídos por obras de conservación”, sin que al cierre de esta edición se haya actualizado la nueva situación. Al margen de los trabajos que se hayan podido realizar en este tiempo, lo que es evidente es que aquí ha dominado una notable falta de información, algo que debería ser corregido de cara a próximas actuaciones. Porque también es cierto que es necesario realizar trabajos de mantenimiento, y más teniendo en cuenta el deterioro que ha sufrido el Valle desde hace unos años, algo que resulta aún más llamativo si tenemos en cuenta la buena labor que se ha realizado desde Patrimonio en el caso del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Tampoco cabe olvidar que cada año pasan por las taquillas de este monumento unas 500.000 personas, cifra sólo superada por el Palacio Real de Madrid, lo que pone de manifiesto el interés que despierta entre los turistas. A esta situación se han unido las voces que han vinculado este confuso cierre con la Ley de la Memoria Histórica, todo ello sin olvidar las características religiosas de este espacio, con la comunidad benedictina alcanzado un involuntario protagonismo.

Se ha hablado mucho, decíamos, y quizá sea el momento de entrar a fondo en la cuestión, con rigor histórico y dejando a un lado los personalismos y las cuestiones políticas. No puede tratarse en ningún caso de borrar el pasado -por más que éste sea aún reciente-, aunque sí de explicarlo, como ocurre en otros países, y para ello es imprescindible el concurso de historiadores y otros expertos, con una única premisa: el debate no ha de ser si cerrar o no el Valle de los Caídos, sino dar los pasos necesarios para que este monumento no sea motivo de confrontación, sino que forme parte de nuestro presente sin mayores estridencias y, sobre todo, sin que la decisión dependa exclusivamente del Gobierno, sino que se tengan en cuenta las opiniones de todos los actores implicados, respetando las diferentes sensibilidades y actuando con altura de miras y por encima de las ideologías.