PUNTO DE VISTA
Por: Alejandro García
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
La Sala de lo Penal del Tribunal de Justicia de Madrid ha anulado la mayor parte de las escuchas del caso Gürtel obtenidas en los locutorios de la cárcel durante los encuentros habidos entre abogados e imputados. La sala considera que los testimonios, al abarcar estrategias de las defensas, son ilícitos. En estas grabaciones hay revelaciones sustanciosas, pero, según los juristas, más para la prensa que para los tribunales de Justicia. Ojalá.
En ellas se alude, por ejemplo, a fondos que reposan en las catacumbas bancarias de Suiza y a ciertos negocios aún no bloqueados por la Justicia de los que cabía obtener pingües beneficios (“Voy a atender primero a vuestras familias, voy a hacer un cálculo de cinco meses, por ejemplo, en base a los números que me habéis dado”, dice un letrado). En cambio, el tribunal ha salvado de la quema las conversaciones en las que interviene el abogado José Antonio López Rubal, que está imputado también, y que aluden a la financiación del Partido Popular en Galicia cuando Pablo Crespo era secretario de Organización. El tribunal que ha tomado la decisión está formado por tres magistrados. Salvo uno, el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, Francisco Vieira, ninguno de los otros dos hubiera suscrito en solitario el auto. Uno de ellos, José Manuel Suárez Robledano, estaba en contra de la invalidación; y un tercero, Emilio Fernández Castro, pretendía anular todo, sin excepciones.
¿Cómo debemos interpretar los ciudadanos un auto tan cogido por los pelos, hasta el punto de que sólo representa la versión de uno de los magistrados? ¿Como un escabroso asunto de derecho formal? ¿Como un choque de puntos de vista sustentado en convicciones políticas? Siguiendo la estela de anulaciones, el letrado del ex presidente Balear, Jaume Matas, solicitó también la invalidación de las conversaciones que implican a su cliente en un supuesto cohecho en el caso Palma Arena.
Dejémonos de formalismos sustentados en la pureza teórica de los tribunales. Enfanguémonos sin miedo, olamos las cloacas, revolvamos los fangos. ¿Hay que pensar mal para acertar? ¿Es de cándidos creer en la limpieza ideológica de la Justicia? El caso Gürtel ya ha sido cercenado. Yo confío que no lo suficiente como para tapar el cenagal que se describe en el sumario judicial, una parte del cual está aún bajo secreto. Me resisto a creer que uno de los mayores casos de corrupción política vaya a ser neutralizado. Es el hilo que aún me hace creer en la Justicia, en la victoria de los principios sobre la independencia de los poderes democráticos. La otra opción sería, imitando a Francisco Camps, presidente de la Generalitat Valenciana cuando la semana pasada le preguntaron en el Parlamento por los gastos de la visita del Papa a Valencia en 2006, responder fatídicamente: “Eso es un esperpento”.