Opinión

¿250.000 habitantes más? - Vacaciones incómodas

Luces y sombras

Manuel J. Ortega

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Salvo que la Junta de Castilla y León diga lo contrario, todo apunta que será en el próximo mes de septiembre cuando la Comunidad de Madrid apruebe definitivamente el Plan de Ordenación de Recursos Naturales (PORN), que permitirá en un futuro inmediato establecer las bases que regularán el desarrollo del Parque Nacional de la Sierra del Guadarrama. Partidos políticos, colectivos y asociaciones han venido mostrando en los últimos meses su preocupación por el contenido final de este documento que, lógicamente, debe servir, entre otras cosas, para poner freno al desmesurado crecimiento urbanístico que se produce en la Sierra del Guadarrama. Tanto es así que los responsables de CC OO, aprovechando su presencia en los cursos de verano de San Lorenzo de El Escorial, han anunciado que a partir de septiembre tienen previsto entrevistarse con el consejero de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid, Mariano Zabía; con la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona; con el defensor del Pueblo y con los responsables políticos de los ayuntamientos afectados, porque si nadie lo remedia “en toda la zona del Guadarrama, en lo que hasta hace poco eran dehesas y pastizales, se crearán macrourbanizaciones que podrán acoger a una población cercana a los 250.000 habitantes”.

Y no creo que vayan muy descaminados los portavoces de este sindicato a la hora de cuantificar el futuro crecimiento demográfico de esta comarca, porque solamente los nuevos planeamientos que actualmente tiene pendientes de aprobar la Comunidad de Madrid y que corresponden, entre otros, a los ayuntamientos de Alpedrete, Moralzarzal, Guadarrama, Becerril, Cercedilla, San Lorenzo de El Escorial, Los Molinos y El Escorial, contemplan la construcción de casi 100.000 viviendas en los límites del futuro Parque Nacional, algo que sin duda lo desvirtuaría. De ahí que, salvo que el Ejecutivo que preside Esperanza Aguirre ponga freno a la desmedida propuesta realizada por los consistorios a la hora de pedir la recalificación de miles de hectáreas de terreno a través de sus respectivos PGOU, el Parque Nacional de la Sierra del Guadarrama, al menos en lo que respecta a la vertiente madrileña, va a estar colmatado de hormigón y ladrillos, materiales que precisamente no son los más adecuados a la hora de proteger el hábitat natural de una zona tan privilegiada como la nuestra.

Ni las presiones, algunas demasiado convincentes, de los propietarios de suelo, ni los lloros de los políticos que rigen estos municipios, temerosos de quedarse sin la gallina de los huevos de oro al considerar al urbanismo la única fuente de financiación de las tesorerías de sus municipios; ni siquiera el gancho tan al uso de prometer que en caso de ser aprobado ‘su’ planeamiento construirían tropecientas mil viviendas de protección pública, deben superar los límites que supuestamente debe contemplar el futuro Plan de Ordenación del Parque Nacional para acabar de una vez por todas con ese genocidio medioambiental que por desgracia se prodiga hasta la saciedad, gobierne quien gobierne, en la mayoría de los consistorios de la Sierra del Guadarrama. Y que conste que esto lo decimos sin acritud, pero con bastante preocupación.

VACACIONES INCÓMODAS PERO NECESARIAS.-Algunos alcaldes que quieren presentarse a la reelección en los próximos comicios y alcaldables que aspiran a poder sentarse en la poltrona a partir de mayo de 2007, hacen estos días las maletas para pasar con la familia o con sus amigos unos días de asueto a orillas del mar o en la montaña. A priori se trata de unas vacaciones incómodas (pendientes del móvil, de las noticias que aparezcan en la prensa o de lo que digan en las emisoras de radio) dada su proximidad al inicio de la precampaña, pero a la vez necesarias, puesto que en otoño se van a ver inmersos en la que ya se presupone como una larga campaña electoral, donde gran parte del éxito o del fracaso se sustentará en tener la mente muy fresca para poder abordar los problemas que se les presenten.

Es cierto que aquí, en nuestra comarca, la mayoría de alcaldes y concejales suelen dejar el disfrute de sus vacaciones para más adelante, es decir para después de las fiestas patronales, ya que muchos pueblos suelen celebrarlas durante la temporada estival; con ello evitan el riesgo de dejar suelto algún cabo que luego pueda tener repercusión en las urnas. Pero aún así, y al ser agosto un mes inhábil a efectos administrativos, algunos munícipes hacen sus escapaditas para estar con su familia y recuperar parte de las fuerzas perdidas durante un año bastante pródigo en acontecimientos de importancia. Como ejemplo de ello podemos mencionar al titular del Ayuntamiento de Torrelodones, Carlos Galbeño, con los problemas suscitados en el tema del desarrollo del Área Homogénea Norte; a José Luis González, alcalde de Galapagar, a la hora de poder sacar adelante el PGOU heredado de su antecesor; Isabel Peces Barba, regidora de Colmenarejo, quien ha visto peligrar su puesto tras la dimisión en bloque de los tres concejales socialistas que le habían apoyado en la investidura, o los problemas que están sufriendo los alcaldes de Cercedilla y Alpedrete, Eugenio Romero y Marisol Casado, respectivamente, al haber perdido la mayoría numérica de la que disponían para gobernar sus ayuntamientos. Tampoco el denominado popularmente como merecido descanso le vendrá mal a José Ignacio Fernández Rubio, burgomaestre de Guadarrama, que en este último año no solamente ha tenido que hacer un gran esfuerzo para sacar adelante las obras del PRISMA, sino que además se ha visto obligado a recurrir a la habilidad para dejar contentos a la mayoría de sus vecinos con un planeamiento urbanístico que contaba desde el primer momento con muchos detractores.

Curiosamente, todos los mencionados, al menos que nosotros sepamos, piensan concurrir a las elecciones del próximo año como cabezas de lista de sus respectivos partidos y, además, con muchas posibilidades de volver a ser elegidos para regir los destinos de sus municipios durante otros cuatro años, de ahí que unos en lo que queda de julio, otros en agosto y los más rezagados en septiembre, intenten estos días encontrar un pequeño respiro en su quehacer diario, para poder afrontar este último de año de legislatura con las pilas cargadas.