Opinión

La ‘peineta’ y sus significados

PUNTO DE VISTA

POR: F. García

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Todo parece indicar que a los muchos méritos de Luis Aragonés ha de sumarse ahora el de introducir en la lengua castellana un error que ha acabado en convertirse en costumbre y, por lo tanto, en expresión admitida y usada por el común de los hablantes. El llamado ‘Sabio de Hortaleza’ o ‘Zapatones’ no sólo consiguió la Eurocopa con la selección española de fútbol, sino que atesora una trayectoria importante como teórico de la literatura y, ahora, como lingüista.

En mi “Lo que hay que oir”, un libro de 1995, ya recogía aquella advertencia memorable suya que tanto iluminó a quienes amamos la lectura: “No es bueno leer demasiado. Yo tenía un amigo que se puso a leer a Kafka y se volvió maricón”. Pues bien, durante un partido, cuando entrenaba al Atlético de Madrid, ‘El Abuelo’ levantó el dedo de en medio, cerrando los demás para mostrar así su desacuerdo con una decisión del arbitro Ansuátegui Roca. Al castigarle por ello el Comité de Competición, Don Luis teorizó ante los periodistas lo siguiente: “No tiene nada que ver una ‘peineta’, que es lo que yo he hecho, con un corte de mangas. Lo primero es un gesto típico español, y lo segundo una ofensa”. Yerra un poco Luis Aragonés al considerar “gesto típico español” extender el dedo impúdico, como lo llamaba San Isidoro, el digitus infamis’ al que se refiere el poeta Juvenal. Pero acierta al crear el neologismo “peineta” y engrandecer así el acervo léxico español. Un fenómeno, el ex jugador y técnico: fútbol, literatura, lingüística, nada le es ajeno.
“Hacer la peineta” no cuenta con tradición escrita en castellano hasta la irrupción del lexicógrafo Aragonés y de los periodistas que lo fijaron en los diarios. Al mostrar el dedo corazón extendido “se expresa alguna burla infamante”, como nos sigue enseñando el santo medieval antes citado. No hay que confundirlo con “hacer una higa”, pues, en este caso, se saca la punta del pulgar por entre el índice y el dedo corazón con el fin de ahuyentar algún maleficio o con el de provocar, si se mueve “al mismo tiempo la muñeca hacia la persona a quien se quería enfrentar”, como enseña José María Iribarren en su prodigioso “El porqué de los dichos”.

La acción de Luis Aragonés hacia el colegiado se llamaba en español “hacer una peseta”, no “hacer una peineta”. Se confundió (vaya usted a saber si por la semejanza entre ‘peseta’ y “peineta’), se tomó nota de su confusión, se popularizó y ahora ya todos los medios hablan de la “peineta” de Aznar. “Las academias jamás pueden considerarse ni dueñas, ni censoras, ni administradoras de la lengua. Son simplemente organismos de apoyo y de ayuda a este organismo prodigioso de comunicación cuyos dueños son los hablantes”, dice Darío Villanueva, secretario de la Real Academia Española. Algunos hablantes han decidido que se llame “hacer la peineta” a lo que antes se llamaba “hacer la peseta” y, si la cosa persiste, dentro de unos años encontraremos en el diccionario de la RAE lo siguiente. “Hacer la peineta. 1. loc.verb.coloq. Extender hacia alguien el dedo corazón, manteniendo los demás recogidos, como gesto de provocación y menosprecio”. Y se añadirá, en los diccionarios de uso, que antes se conocía como “hacer la peseta”, pero que el fútbol puede con todo. ¿Y por qué se decía “hacer la peseta”? Pongámonos firmes por respeto y leamos al gran cervantista andaluz don Francisco Rodríguez Marín: “Véase una peseta columnaria, de las que valen cinco reales; repárese la disposición en que están figurados en el reverso y la columna de Gades, y se notará que medianamente semeja la mano en actitud sobredicha”. He aquí la explicación del dicho: “Hacer la peseta es trazar con los dedos un signo fálico”, sigue Iribarren instruyéndonos, a semejanza del que parecían mostrar el reverso de las pesetas columnarias.

Como ya no hay pesetas, ni columnarias ni de las otras, “lo que son pesetas, son puñetas”, así que valga “hacer la peineta” si se quiere, por lo que antes era “hacer la peseta”, valga lo que deseen y usen los hablantes, viva Luis Aragonés y siga viviendo Cartagena.