José María Hernández Urbano (*)
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
En periodo de sequía no lleva parejo, forzosamente, la carencia de agua para un normal funcionamiento de las diversas actividades. Diferente es la drástica disminución de las precipitaciones. Si en épocas en las que se dispone de suficiente agua debemos utilizarla con cuidado, en épocas de sequía todas las medidas que adoptemos serán pocas.
La lógica que ha regido la política del agua en España partía de la premisa de que era necesario poner a disposición de los usuarios la mayor cantidad de recurso posible. Con esa filosofía se construyeron las actuales presas y se proyectaron la mayoría de las que todavía están sin construir, Hoy, algunas de esas obras no se construirían y otras se harían distintas y en ubicaciones diferentes. En lugar de política de oferta, se debe utilizar la política de gestión de la demanda para respuestas concretas, minimizando al máximo la dependencia extrema y aplicando los principios básicos del desarrollo sostenible.
Hoy media España padece el azote de la sequía. Existen zonas dónde teniendo agua cerca, padecen sed por falta de unas mínimas infraestructuras (el caso de Huesca , que además es repetitivo); otras, llevadas por un desarrollismo insostenible sin límites, solicitan más agua que hay que traer de centenares de kilómetros, como es el caso del trasvase Tajo-Segura y a la vez reclaman las aguas del Ebro y como complemento exigen que las desaladoras saquen agua del mar.
El PP ha tenido los votos del Levante durante los últimos años y no ha aportado ni una gota de agua a la región. Promete el trasvase del Ebro y envenenan al personal con un falso victimismo de insolidaridad por parte de otras comunidades de cara a recoger unos buenos dividendos en las urnas. Loyola de Palacio, ministra durante el Gobierno de Aznar, impulsó la elaboración de un Libro Blanco que suponía un giro en la política hidrológica en nuestro país. Por primera vez en muchos años se empezaba a trabajar de forma correcta; al menos eso indica que esas eran las nobles intenciones de la ministra.
También por primera vez se planteaba la necesidad de pasar de las entrategias de oferta subvencionadas a estrategias de gestión de la demanda para administrar con criterios de racionalidad económica el uso de un bien escaso como el agua. Sin embargo, el libro fue retirado cuando estaba en la imprenta. Loyola de Palacio perdió la batalla dentro de su propio partido frente a los poderosos del hormigón, las eléctricas y los terratenientes.
El Gobierno actual está invirtiendo grandes sumas de dinero público para tratar de paliar la actual sequía y evitar que ésta empeore a corto plazo. ¿Cómo es posible que la situación en el Levante sea hoy peor que cuando no existía el trasvase Tajo-Segura? A finales de los años 70 y ante la prometida llegada del agua, pusieron en marcha 70.000 nuevas hectáreas. Ahora nos lamentamos, falta agua; más demanda, más roturaciones, más agua, más demanda. La espiral insostenible que no cesa. Los embalses construidos en la cabecera de la cuenca del Segura no fueron suficientes para regular la demanda de agua. En la década de los 70 se construye el trasvase Tajo-Segura. 25 años después, tampoco es suficiente. Reclaman el Ebro y las desaladoras. ¿Dónde está el límite?
Se hace imprescindible el uso eficiente del agua, reestructuración del tamaño de las explotaciones agrarias, modernización de los sistemas de conducción y regadío, depuración y reutilización de aguas residuales, desalación del agua del mar y desmantelamiento de regadíos ilegales, entre otras actuaciones. La esperanza de un futuro mejor pasa por aportar decididamente por un desarrollo sostenible. No existe otra solución.
(*) Ex concejal de Seguridad, Transportes y Circulación de C. Villalba