PUNTO DE VISTA
Por: Víctor Corcoba
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
On la globalización hemos descubierto que el mundo real es mucho más pequeño que el de la imaginación. Queda demostrado con el aluvión de engaños y fraudes, con la multitud de acciones contrarias a la verdad y a la rectitud, que aunque viene de antiguo, lejos de eclipsarse, continúan iluminando abecedarios que nos enganchan. El mismo afán y desvelo que hay por agradar, por cierto tan de moda en estos tiempos de apariencias, lo hemos convertido sin sonrojo alguno en el primer arte de fingir. Ya no digamos el embrujo por lo exótico, que sigue acrecentando adictos como nunca. Creer en patrañas, como pitonisas y videntes, es síntoma de esa confusión e inseguridad que vivimos. Sólo hay que marcar un teléfono para que te arreglen la vida, pero de entrada te desarreglan el bolsillo. Otra estafa más que sigue cebándose con gentes que andan a la búsqueda de sí, y con los que comercian sus desgracias.
Bajo el engaño de tantas ilusiones se han cometido muchas injusticias, se han restado tantas libertades que se han multiplicado los engaños y a la falsedad le han salido alas que vuelan por doquier. El fraude electoral campea por muchos países que presumen de demócratas. Precisamente, la actual crisis del mundo y de las distintas sociedades pienso que tiene su origen en el corazón mismo de las personas. La superación creo que pasa por cambiar mentalidades y estilos de vida. Habría que declararles la guerra a la legión de seductores que a diario nos engañan y manipulan. Y es ahí donde está el fraude ideológico, instruyendo ideas y exactitudes de forma tácita, debido a la fuerza que tienen ciertas tácticas estratégicas. Al manipulador le da el igual los sentimientos de las personas, los franquea sin miramientos, lo que pretende es dominar y dirigir su conducta.
Otra cáncer del momento actual son las prácticas en las que los intereses particulares e injustos prevalecen sobre la colectividad del bien general. Tal es el caso del cohecho y la corrupción política, del fraude por eludir la justa contribución social o la utilización indebida de fondos públicos para el enriquecimiento personal. Considero, pues, que la fiscalidad y la lucha contra el fraude debiera ser prioridad de todos los gobiernos del planeta, tanto en sus relaciones internas como externas. En este sentido, la Presidencia española de la Unión Europea dice que va a prestar especial atención a la cooperación de las administraciones públicas de los Estados miembros en la lucha contra el fraude. Sin duda, sería bueno para el mundo que Europa apostase por una fiscalidad más justa y eficiente -hasta ahora no lo hizo-, y diera ejemplo de transparencia en la lucha contra la evasión fiscal y sobre la fiscalidad del ahorro. Veremos si se llevan a la realidad las promesas y si, además, cunde el ejemplo. Falta hace que así sea; el fraude mundial que nos impregna el cuerpo y también el alma, no se pueden sostener por más tiempo.