PUNTO DE VISTA
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Ulce Navidad, como en los anuncios de turrones. Y es que, como cada año, ha llegado el momento de que nos pongamos entrañables, y está uno convencido de que ahora, con la que nos está cayendo, lo de entrañable se va a quedar corto, aunque sea para compensar la austeridad de las cestas navideñas, si es que las hay. Lo que importa es el espíritu.
Así que este año vamos a empezar por no tenerles envidia a los que ayer resultaron afortunados en el sorteo de la lotería, sino que, todo lo contrario, vamos a compartir sinceramente su alegría y a reconocer, de corazón, que seguramente ellos lo gastarán mejor que nosotros, y estaremos orgullosos de haber contribuido con nuestro óbolo a su regocijo. Otra cosa que vamos a hacer, seguro, es dejar de considerarnos a nosotros mismos los mejores del mundo, y que los demás, que hasta ahora han sido los malos, también tienen sus virtudes, y que cuando hacen, o dicen, algo que nos fastidia, no es por gusto de su congénita perversidad, sino que a lo mejor llevan su parte de razón. Fíjense ustedes lo que esto va a suponer, por ejemplo, en el mundo de la política. Todos buenos, todos comprensivos con el adversario, porque ya no habrá enemigos, todos dispuestos a tirar del mismo carro, y a anteponer siempre el bien general a los intereses partidistas. Y todos, por supuesto, sinceros. Así, los plenos de los Parlamentos varios o de los Ayuntamientos, servirán como ensayos de unos coros gregorianos, armónicos y bien afinados. Vamos, que incluso estaríamos dispuestos a pagar por contemplar el espectáculo. Por supuesto que, para ayudar al buen rollito, cambiaremos rápidamente de canal en cuanto en un programa de televisión aparezcan señoras, señores o sucedáneos, que se dediquen, en beneficio de su bolsillo, a lanzar maledicencias sobre los demás. Porque eso caldea mucho el ambiente, y le tomamos gusto al chisme y la calumnia.
Y lo mismo que cambiamos de canal, estaremos dispuestos a cambiar nuestro voto cuando alguien, del partido que sea, aunque sea del nuestro, haya metido la manita en la olla de la corrupción o de la corruptela y se empeñe, y lo dejen, justificar su actuación con el respaldo de los votos. Eso no se lo vamos a permitir.
Y claro está, tampoco consentiremos que nadie aproveche sus cargos para vergonzosos nepotismos. Y todo esto y mucho más estamos dispuestos a hacer al calor de estas fechas entrañables en las que nos damos cuenta de lo que nos queremos los unos a los otros. Así que, apelando al buen corazón, les pido que no consideren esto un cuento de Navidad.