Opinión

¿Qué habré hecho mal?

EL KIOSCO

Por: Carmen Otero

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
La ignorancia de las leyes no excusa de su cumplimiento, lo sé, pero seguro que no hay nadie que conozca hoy todas las normas que martirizan al ciudadano medio. He dicho bien, que martirizan, no que protegen al ciudadano. Ni los que formamos parte del mundo de la justicia, por muy pedantes que nos pongamos, conocemos todas esas leyes con que nos bombardean continuamente. Quizás por ello todos nos descomponemos cuando recibimos una notificación de Hacienda, o se nos acerca gentilmente un Guardia Civil o un Policía. La pregunta que se hace en estos casos un individuo honrado es... ¿Qué habré hecho mal? Y desde ese momento la norma se convierte en un articulado del que defendernos. Algo falla en una sociedad que se da unas normas que es imposible conocer o intuir, que no son justas en sí mismas. Unas normas de las que la propia sociedad se ha de defender, unas normas que paradójicamente dan una imagen de impunidad hacia los que lo hacen mal y de castigo para las personas honradas y de bien. Unas normas que, en muchos casos, equiparan en trato al delincuente y a su víctima. Unas normas que invaden en ocasiones nuestra libertad de actos o nuestra capacidad de decisión, bajo la excusa poco creíble de protegernos. Unas normas que se contradicen entre sí y que se reforman sin descanso. No se pueden reformar leyes con cadáveres sobre la mesa o con terroristas chantajeando. No sé en qué piensan el legislador y sus asesores cuando redactan las leyes. Porque si las leyes son un mecanismo de defensa de los bienes y derechos de la sociedad frente a los ataques de individuos concretos, no deben ser ilógicas, ni ridículas, ni injustas, ni ineficaces.