EL MIRADOR
Por, VICTOR CORCOBA
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Siempre se ha dicho, y máxime en las sociedades occidentales, que cuando el horizonte se viste de negro amenazan tempestades. Sin embargo, el verde, el verde de las plantas, el de los poetas o el de la esperanza, siempre ha tenido mejor prensa. Los empleos verdes se han vestido de luces en un mundo de negros, son una especie de artilleros salvavidas; un sueño mecido dulcemente al soplo de las ilusiones. La verdad es que cuesta esperanzarse cuando observas que todo se ha degradado y ennegrecido. El poder político apesta de corrupción, es la peste que ennegrece toda España. Por si fuera poco el luto, también la independencia judicial en España creo que se ha debilitado, en parte porque la politización partidista es muy fuerte. Por mucha expresión verde que vociferemos en un hábitat desenfrenado, los hechos son los que son y la situación es la que es, el ocaso de una gran luz que hemos tiznado de desventuras. Por esa devaluación humana nos desbordan inseguridades como jamás, mientras miles de personas, sobre todo jóvenes, ven que la vida se les va en busca de un empleo que no llega, con la exclusión social que esto supone. Ciertamente es casi un imposible pasar del negro al verde, a esos brotes verdes que todas las mañanas miles de personas buscan como peonzas desesperadamente, para conseguir en este país un trabajo decente y remunerado como tal. Pero me temo que vamos a seguir del negro al negro mientras este país no cambie hábitos y conductas. Para que los empleos verdes puedan representar un puente hacia un futuro verdaderamente luminoso, o sostenible como se dice en la actualidad, las costumbres tienen que cambiar, la ética tiene que tomar poder y la moralidad gobierno.