Opinión

Cuando se niega la realidad

PUNTO DE VISTA

Por Vicente Quiroga

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Se dice: “Cuando el sabio señala al cielo, el necio mira el dedo”. ¿Quién es el necio? Tal vez todos seamos unos necios cuando nos atrae ese dedo sucio, enfangado, quizás carcomido por la lepra de la infamia y la iniquidad, el engaño y la corrupción, la demagogia y la sumisión vergonzante e interesada, la insoportable arrogancia de quienes se atribuyen la presunta progresía. No miramos más arriba porque nuestra mirada se distrae también con lo que nos oculta la otra mano: una realidad espantosa que trata de encubrir entuertos, señalándonos embaucadores y taimados signos de distracción que nos impiden ver los desastres que nos rodean.

Resulta verdaderamente embarazoso, increíble y pasmoso ver y oír a quienes antes negaban descaradamente una abrumadora realidad, afirmar ahora todo lo contrario. Una cosa es ocuparse de Siria y otra interesarse por lo que pasa en Soria. Es como constatar que una cosa son las estadísticas y otra patear la calle, mantenerse en una postura errónea y disparatada y desoír el clamor y la alarma popular. Posturas inconcebibles de gentes que pretenden ser sistema y antisistema al mismo tiempo.

Así tenemos un compendio de disparates y situaciones comprometidas, muchas de las cuales se deben a un afán de radicalismo cavernario. Las eternas promesas proferidas al calor de la euforia electoral que luego no se cumplen, por aquello de que, precisamente, como dijo alguien desvergonzadamente, “se hacen para incumplirlas”. Ya lo vemos. La práctica perversa del goebbelesiano agit-prop a todo trapo. Un sistema para situar espacios, tiempos, causas en la actualidad mediática para alejar y distraernos de otros temas más graves, más trascendentales y de riesgo para el poder.

Añadan a todo esto la articulación oportunista e interesada de filtraciones de un sumario judicialmente secreto para propalar, extender y dirigir sospechas o implicaciones temerarias. Y con esta práctica ilegal, otras escandalosas, como la intervención y la grabación de las conversaciones entre imputados y sus abogados defensores (como ha sucedido recientemente con el caso Gürtel), que no sólo despojan al proceso de todas sus garantías legales, sino que echan por tierra el Estado de Derecho.

Se olvida, de una u otra forma, la piedra angular del sistema democrático: el respeto al adversario y la alternancia en el poder. Subvertir este principio es negar toda vigencia democrática. Es como la aprobación de una antisocial subida de impuestos hurtando el debate político, agravando sobre todo la economía de las clases más débiles. Comprobar cómo algunos medios televisivos, presumiendo de progres, cultivan la telebasura y el embrutecimiento colectivo con sus programas e informativos. Hay más, pero excederíamos nuestro espacio.

Por ello, necios o no, nos negamos a mirar más arriba porque, a pesar de la visión horrenda de un dedo impostor, marrullero y estafador, más alto sólo vemos ineficacia, incompetencia, casos, engaños y miseria.