Opinión

El estilo de Andrés Montes

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
El homenaje que La Sexta hizo a Andrés Montes, durante la retransmisión del partido entre el Valencia y el Barcelona, se escucharon algunos tópicos. Jugón y todo eso. Los tópicos a veces funcionan: sirven para crear empatía. Lo que es cierto es que Andrés Montes no estaba interesado en el lenguaje deportivo habitual, sino que creó el suyo propio. A eso se le llama estilo. Tal vez descubrió que el fútbol no hay que contarlo, sino verlo. Y el baloncesto, con su velocidad, se transmite mejor entre exclamaciones y chorros de adrenalina. Siempre dijimos que Montes no parecía interesado en la táctica, ni en la técnica, ni siquiera en el nombre de los jugadores, sino en el hecho de la celebración televisiva. Todos los que estábamos allí, al otro lado, esperando la cerveza fría, le pedíamos que dijera algo del 4-3-3 y esas cosas, pero él prefería abundar en cosas externas al partido, como la felicidad, la amistad, el cariño, la noche.

Muchos dijimos que no transmitía los partidos, sino que hacía otra cosa. Sobre todo los de fútbol, que no tenían para él, creo yo, el sabor de los de baloncesto. Era un animador, un speaker, el hombre de la pajarita dispuesto a arreglarnos la hora de la cena. O la madrugada. Dispuesto a buscar la felicidad más allá del resultado. Más allá de las decepciones, o de la calidad del juego. ¿Qué importaba todo eso? Nada. Nada en comparación con la alegría. Nada en comparación con su fraseología, que llenaba todos los huecos. Salinas fue su personaje favorito. Lo convirtió en parte imprescindible del monólogo, y también al Capitán Narváez. Andrés Montes tenía un estilo. En su honor podemos decir que es un periodista irrepetible.