Opinión

¿Dónde está la generosidad?

EL MIRADOR

E. Docio

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Cuando se consideraba que la familia modélica era la que formaba una piña, también se decía aquello de madre e hija caben en una camisa. Pero los valores cambian con el tiempo y unos crecen mientras otros merman alarmantemente.

Ahora vivimos a tope el momento de las lealtades superiores que se anteponen a las personas, aunque el Todo sea por..., ha sido siempre y será la principal causa de guerras y de conflictos, desde los familiares hasta los internacionales. Por el bien de los hijos nos divorciamos, por el bien de la empresa nos despiden, por el bien del partido nos sancionan, por el bien de nuestra educación nos castigan, por el bien del pueblo hasta nos matamos unos a otros, por el bien de nuestras almas nos torturan en vida. Por Dios, por la patria y el rey... Nadie, o cada vez menos hay quien mira a las personas como tales, como seres humanos efectivos, emocionales, que respondemos a sentimientos y pasiones más o menos moderadas, que sólo queremos que nos quieran y nos reconozcan nuestra valía y nos respeten nuestro espacio vital, que nos dejen trabajar para ganarnos el pan, y que la vida en sociedad que supone la renuncia a parte de nuestras libertades, sea compensada justamente en nuestras necesidades y debilidades. Que dejen, pues, de decir desde los estrados, los púlpitos y los órganos de poder que es por nuestro bien o por el de la humanidad. Por el bien de... como algo abstracto, un escudo mágico con pretensiones de inalterable que permite, por ejemplo, que un amigo entre impunemente por la puerta de tu confianza y te apuñale por la espalda mientras preparas la ensalada para invitarle a comer.