Opinión

Yo quiero ser una chica Almodóvar

PUNTO DE VISTA

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Sí que me gustaría, sí, ser corrupto. Lo confieso, tengo madera (como otras habilidades), pero no consigo realizarme... Y el caso es que me apetecería más serlo.

A pesar de que me tildasen de ídem o me llamasen chupóptero (mejor si lo es de la pluma de académico, ¿no sería un buen pedigrí?) y me fuesen señalando con el dedo. El clásico ya decía aquello de ande yo caliente y ríase la gente y en eso radica la esencia de serlo, que a uno le traiga al pairo tanto ladrido de perro por las esquinas. O tantos y tantos informes y fotografías en prensa.

Uno se debe a su misión y no debe andarse con peros ni peras al cuarto. Menos con honorabilidades o decencias trasnochadas. Pobre pero honrado, eso queda bien, al igual que el Todo por la Patria de los dinteles de los cuarteles, pero del dicho al hecho... Y del hecho sí que se come y se disfruta, del dicho no.

Una chaqueta por aquí, buenos zapatos por allá, unas obritas extras en el domicilio y no digo ya, que sí un chalecito en buena zona, o parcela que promete plusvalías adquirida por un precio irrisorio... Ahí no me quedaría, que de mis hijos también me acuerdo, que no soy un egoísta ¡qué va!; a mi niños les vendría muy bien un buen enchufe, ¿a qué negarlo?, que les resolviera de una puñetera vez la vida y si pudiera (o pudiese) meterlos en la maquinaria sutil de meritoriaje por la cara, ¿quién dice que la niña no llegaría por lo menos a ministra?
No se trata de aspirar a mucho, ni desear demasiado, visto lo que se estila actualmente, mas me encuentro realmente negado para lograr tales metas. ¿Será que sin la práctica habitual de la penitencia y consiguiente absolución, que sin la debida guía de un espiritual padre, o sin la certeza de que quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón no tengo los necesarios instrumentos para potenciar esas habilidades? Claro que, como dije, madera la hay... ¿Acaso no eres un corrupto cuando aceptas cualquier dádiva? Y en mi vida he aceptado algunas: una botella de vino de marca, algún juego de pañuelos, un pijama, cinturones, un carterón tipo ministro, bolígrafos y alguna calculadora, la corbata de empresa con el logo, además de dibujitos dedicados, colonias, caramelos... Incluso una vez un empresario dadivoso me largó una botella de whisky, de marca buena, que bebí sin compartirla.

Confieso haberme tomado cervezas con el personal, haber asistido a comidas o cenas que me pagaban, haberme así expuesto a su soez manipulación exterior. No se me invitó nunca a la principesca boda escurialense. Debe pues medirse mi fama como sobornable según esta última referencia.

También he manipulado yo, a mi manera, regalando caramelos, chuches, juguetillos, cuentos... Nunca sin embargo mandé cesta de Navidad alguna, aunque bien es cierto que tampoco sé de que están compuestas o qué artículos tienen, pues nunca las recibí.

A todo esto le doy un repaso y veo que mi conciencia no me remuerde, ergo tengo madera de corrupto. Como cantó Sabina yo quiero ser una chica Almodóvar... Se entiende, ¿no?