Opinión

Como el fuego del infierno

La calle

E. Montiel

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Hay anunciadas movilizaciones contra la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña. El Estatuto es constitucional porque así lo dicen los partidos que lo han votado, aunque quien tiene la potestad de decirlo diga lo contrario. Hasta el presidente Montilla avanza contundentes acciones para caso contrario.

Como si existiera un plan B. Ya claramente es un pacto de Cataluña con España (obsérvese la finta dialéctica: la parte pacta con el todo). Porque lo dicen ellos. Y declarar inconstitucional algo, por pequeño que sea, vendría a significar una ruptura de ese pacto de Cataluña con España. El fuego del infierno. O cuanto menos, alguna de las plagas bíblicas. Digo que hasta el periódico nacional ha publicado lo que, presumiblemente, va a declarar inconstitucional el TC. Y cómo votarán los llamados jueces progresistas y los llamados jueces conservadores. La Justicia Constitucional no tiene una venda en los ojos, a juicio del rotativo. Yo conozco, o creo conocer, a uno de los jueces constitucionales y juraría que, en tanto que juez, es sólo juez, pero El País lo pone entre los conservadores que, ¿por serlo?, votarán en contra, como si lo progresista fuera votar a favor y no votar si una cosa es o no es en función de lo que es o no es algo. ¿Así funciona esto? Me lo dijo un viejo periodista en Madrid hace unos pocos años: hay una trinchera, Enrique. En otras provincias no funciona como aquí, pero aquí si está allí no puede estar aquí. ¿Y a ti qué te va?, le dije. Comprendió bien lo que quería decirle pero me dio a entender que, en este tiempo, o se estaba conmigo o contra mí. Una desgracia. Y una mierda. Me dio la razón. En septiembre, de creer a unos y a otros, el TC hará pública la sentencia de insconstitucionalidad. Tres años después. Una magistrada prepara borrador tras borrador hasta que lleguen a un texto consensuado lo más ampliamente posible. Exhaustivo todo esto. Y además para la aparición de un plan B que traiga otro recurso de inconstitucionalidad que tres años después, como mínimo, provoque un efecto mimético. Y un plan C. Como si nos dijeran que no hay arreglo posible hasta llegar a la independencia, aunque la hipótesis no se haya puesto sobre la mesa de una vez ¿y para siempre? Y tampoco sepamos como hacer una buena independencia sin que libere la conocida energía de fisión de los españoles, que es el plan B del conocido principio por el cual cuando se cae la tostada lo hace siempre por el lado de la mantequilla