Opinión

La lógica de la ignorancia

El mirador

F. Navarro

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Los resultados son escalofriantes: sólo dos de cada diez alumnos de sexto de Primaria sabe para qué sirve un termómetro. Ese es uno de los datos que se extrae de la última prueba de nivel realizada en la Comunidad de Madrid, con unas cifras que son todavía peores entre los estudiantes de Secundaria.

Habrá quien se tome esto como una anécdota, quien reirá la gracia del niño y luego mirará hacia otro lado; pero es para tomárselo bien en serio.

Algo se está haciendo mal. Rematadamente mal. En mi generación nos estudiábamos de memoria las capitales de África, los ríos que atravesaban la Península Ibérica, los afluentes del Tajo y el Ebro, y hasta los de nuestro río Guadarrama. Sabíamos toda una retahíla de árboles de hoja caduca y perenne, las cordilleras y los picos más altos, desde el Teide al Aneto, pasando por Mulhacén. Acumulábamos datos como quien acumula papeles sin entender demasiado bien para qué nos servía todo eso. Hoy sabemos que seguramente esos datos no tenían mayor utilidad, aunque al menos somos conscientes de que Burgos es una capital castellana y no está pegando a Murcia, que ya es algo. Quizá la verdadera utilidad es que ese aprendizaje sumatorio e irracional tenía la función de crear hábito, de imponerse como disciplina frente a la indiferencia actual, donde lo mismo da una cosa que otra. Ahora en cambio parece que hemos optado por un modelo donde manda la lógica, aunque una lógica que a la postre resulta tramposa e ineficaz, puesto que no está anclada al esfuerzo, ni tampoco a la disciplina, los conocimientos ni a unos mínimos valores. Tenemos la lógica, sí, pero la de la ignorancia, que no necesita más para saber que está en lo cierto.