La situación en las calles de El Gorronal vuelve a estar en el punto de mira / ARCHIVO
Sociedad raúl, un vecino de El gorronal, relata la angustia y la inseguridad que rodea a este barrio villalbino
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Antes de nada hemos de aclarar que el barrio de El Gorronal nace de la idea de algunas familias villalbinas de buscar un entorno ideal para vivir en las inmediaciones de la zona de la Estación.
Entre los primeros residentes en esta zona situada entre el río Guadarrama y la vía férrea Madrid - Segovia, se encontraban algunas familias procedentes de provincias como Segovia y Ávila que habían acudido a este municipio atraídas por la oferta de trabajo generada por la empresa MADE y, también, por muchos extremeños inmigrantes de la zona de La Parra (Badajoz), que habían venido a trabajar en las obra de construcción del tramo de autopista Villalba - Adanero. Estamos hablando de los años 60 - 70, los de mayor apogeo de esta zona urbana que destacaba por un desarrollo urbanístico de baja densidad y por la solidaridad y buena acogida de sus vecinos. Un barrio en el que se dormía con las ventanas abiertas, donde se respetaba la intimidad y la libertad de movimientos de cada uno.
40 años más tarde, cualquier parecido con su pasado lo podemos calificar de pura coincidencia. La mayoría de los antiguos pobladores se han marchado, otros han fallecido y los que aún aguantan numantinamente en sus casas tienen miedo, y al anochecer pocos son los que se atreven a salir de ellas por temor a toparse en cualquier esquina con esos individuos dedicados al trapicheo de la droga, un negocio que desde hace años funciona aquí a pleno rendimiento. El mercadeo de hachís es vox pópuli y sólo hay que darse una vuelta por las calles San José, Pardo de Santallana, Goya... o por los aledaños del río Guadarrama y de la vía de ferrocarril Villalba - Segovia, parque de Las Bombas o accesos a la calle de La Venta, para comprobarlo a cualquier hora del día. Los vecinos, cada vez más preocupados, piden mayor contundencia y periodicidad en las intervenciones policiales, además de más presencia de Policía Local y Guardia Civil en la calle. “Nada tenemos contra ellos, sino contra los responsables de designar el número de efectivos necesarios para proteger los derechos fundamentales de los que aquí residimos”, nos dijo un vecino.
El Partido Popular de Collado Villalba, consciente de esta grave situación, convocó la semana pasada una rueda de prensa en este barrio para reclamar al Ejecutivo que preside el socialista José Pablo González “que tome medidas urgentes para hacer frente a la inseguridad en el municipio, especialmente en zonas tan sensibles como el barrio de El Gorronal, donde -según dijo el portavoz del grupo municipal popular, Agustín Juárez López de Coca- “se trafica con droga a plena luz del día e incluso se ha llegado a apuntar con una pistola a una vecina”.
Relato de un amenazado
Raúl lleva muchos años residiendo en esta zona y nos habla de sus viviendas personales. “Desayunando el pasado viernes en Carrefour leí lo que publicabais en El Faro del Guadarrama sobre mi barrio y quiero felicitaros por sacar de una vez por todas lo que realmente está pasando aquí. Yo siempre he sido muy echado para adelante con todo y nunca me importaba lo que pasase fuera de las paredes de mi casa, pero últimamente tengo miedo. Vivo en una casa con parcela y una terraza a la que desde hace tiempo no nos atrevemos a salir”.
Raúl nos relata el último percance: “Tengo un vado a la entrada de casa que algunos casi nunca respetan. Hace una semana me tuve que refugiar en mi parcela después de llamar a la Policía Local para denunciar que había un vehículo aparcado delante de la puerta e impedía el acceso del coche de un familiar que había venido a visitarnos. Cuando vieron venir a la Policía, dos personas que se encontraban en el interior de un locutorio telefónico próximo salieron diciendo que ya lo quitaban y la Policía, sin detenerse siquiera, se volvió a marchar. Pues bien, estos dos individuos no sólo no quitaron el vehículo para que pudiéramos utilizar la puerta, sino que cuando salí a la terraza uno de ellos comenzó a insultarme y a amenazarme con muy malas maneras. Yo intenté explicarles cuál era el cometido del vado y fue lo peor que pude hacer: empezó a dar golpes a la puerta, a decirme que saliera fuera. La mujer que le acompañaba empezó a llamarme racista español de mierda y así estuvieron un buen rato insultándome, pese a que yo ya estaba dentro de mi casa”.
“No soy racista, ni mucho menos -prosigue Raúl-, aunque si siguen las cosas así van a conseguir que lo sea. Llamo a la Policía Local porque un coche impide el acceso a mi casa pese a tener una señal de vado bien visible. Yo no sé si el coche es de un marroquí, de un italiano, de un francés o sudamericano, ¡me da igual de quien sea, sólo quiero entrar en mi casa!. Y sin embargo los infractores no sólo mantienen su coche en mi puerta, sino que además tengo que aguantar insultos y amenazas ded todo tipo. ¿Acaso eso es justo?”.
Inseguridad y delincuencia
“Pero esta es una más de las muchas cosas que pasan aquí. El mismo viernes, un energúmeno salió de un bar del barrio insultando y buscando bronca; en su camino sacó una especie de navaja con la que amenazaba con rajar a alguien mientras se liaba a golpes con el mobiliario urbano y con todos los retrovisores de los coches que encontró a su paso. Y así todos los días: peleas, drogas, amenazas, navajas, martillazos en la cabeza (sí, sí, martillazos) y muchas cosas más. Por eso quiero preguntarle al señor alcalde: “¿Sería usted capaz de salir a pasear por las calles de nuestro barrio con su mujer y su hijo?. Yo no puedo hacerlo por sus mentiras, ya que en vísperas de las últimas elecciones municipales estuve en uno de sus mítines, en el que precisamente alardeaba de que era consciente de lo que estaba pasando en este barrio y que iba a poner los medios necesarios para evitarlo. Pues bien, señor alcalde, no sólo no los ha puesto, sino que el barrio está peor que nunca. Incluso yo ya me estoy planteando ir a vivir a otra parte, y creo que eso no es justo. Tengo todo el derecho del mundo a poder abrir la puerta de mi parcela y no encontrarme con los indeseables que se han hecho los dueños de todas estas calles donde no podemos ni abrir la boca. Insisto, señor alcalde, le presto una semana mi casa para que venga a vivir en ella con su familia y compruebe todo esto. Me temo que como nuestras autoridades no empiecen a tomar medidas serias, el día menos pensado puede ocurrir alguna desgracia. Y en cuanto al señor alcalde, que sólo se deja ver en fiestas y vísperas electorales por El Gorronal,decirle finalmente que gracias por nada, ojalá que los muchos que piensan como yo y que le votaron la última vez, hagan lo mismo que yo he decidido hacer: no votarle en la vida”.