El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Barcelona volvió a ser la capital del toreo por un día. En medio de la que está cayendo, con los políticos en busca de la abolición de la fiesta en esa lucha encarnada de acabar con todo lo que huela a España, el torero estuvo más vivo que nunca.
Este domingo se volverá a la triste realidad, pero un día es un día. La encerrona de José Tomás en la Monumental fue una vez más una manifestación de la defensa de los aficionados por la permanencia de los toros en Cataluña. José Tomás fue el gran culpable de poner Barcelona a revientacalderas con una gran peregrinación de aficionados llegados desde todos los puntos. Nadie quería perderse la primera vez que este torero mataba en solitario seis toros, y la Ciudad Condal fue el punto de referencia. La Monumental llena, no cabía un alfiler y en las taquillas colgaba el cartel de “No hay billetes”. La reventa superó todos los récord, de modo que las entradas de sombra se cotizaban a un precio prohibitivo. Al final todo mereció la pena y nadie que estuvo allí se sintió defraudado. José Tomás volvió a cautivar Barcelona y gracias a él cada vez que allí hace el paseíllo se respira el añorado recuerdo de lo que fue esta ciudad hace unas décadas.
El ambiente dentro y fuera de la plaza fue tremendo y la expectación en torno al festejo fue grandiosa, tanto como lo es esta fiesta, a pesar de que en pleno siglo XXI se hable de prohibirla como si todavía estuviéramos en una plena dictadura.