Toros

José Tomás hace historia y corta cinco orejas en Barcelona

José Tomás, con las dos orejas del cuarto toro / Álvaro blanco

EMOCIÓN Y GRAN TOREO A PESAR DE NO HABER UNA FAENA REDONDA

ALFREDO FERNÁNDEZ | Miércoles 22 de octubre de 2014
José Tomás escribió otra gloriosa página para la historia de la tauromaquia. El domingo en Barcelona se encerró en solitario con seis toros y cortó cinco orejas en una tarde de pasión, emoción y triunfo. No fueron trofeos generosos, ya que el presidente del festejo calibró con severidad la concesión de los mismos y el diestro debió pasear todavía alguno más. Fue una actuación donde el de Galapagar se empleó en una entrega total, sin guardarse nada, y terminó roto y vació, ya que estuvo al máximo nivel en los seis toros. No hubo la faena soñada de este torero. Esa donde el madrileño ha cortado rabos o indultos.

No existió porque ningún toro embistió 20 veces seguidas con bravura y clase. Ningún toro le brindó esa posibilidad, pero no fue óbice para que Tomás tuviera momentos mágicos, sublimes y que arrancara emociones muy sentidas y verdaderas en los tendidos que abarrotaban la Monumental. Nadie salió desencantado y fue la corrida de la temporada. Los toros de Cubillo, El Pilar y Victoriano, correctamente presentados y sin exageraciones, no respondieron a lo esperado, pero el torero se impuso a ellos y les sacó todo lo que tenían, exprimiéndoles con ese apabullante valor y esa actitud y verdad que caracteriza a este torero. Por eso es diferente a todos los demás. Sólo le faltó seguridad con la espada, ya que si ésta llega a viajar con contundencia hubiera sumado más trofeos.

La tarde además tuvo la riqueza de la variedad. Aparte de los quites clásicos en su repertorio, como las ajustadas gaoneras del sexto, las inverosímiles chicuelinas del tercero, el torero también prodigó otros, como uno por caleserinas, recordando su querido Aguascalientes. También por primera vez dio una larga cambiada de rodillas al sexto, por lo que la tarde no tuvo un segundo para la monotonía.

La mayor eclosión fue el paseíllo, con un puesta en pie del público. También en el tercero, donde el público le coreó ¡torero! ¡torero! y, cómo no, la salida por la Puerta Grande.

Faena de mucho mérito
La faena de mayor calado y mérito fue con el segundo de la tarde de la divisa de El Pilar. Un toro muy exigente y con genio que no regalaba las embestidas. El gran mérito del torero fue poderle, someterle mucho y tragarle con ese valor natural del que hace gala. Le pudo por bajo en soberbios muletazos con la rodilla genuflexa. Aguantó al toro miradas, arreones y parones, y el diestro obró el milagro de que al toro no le quedara más remedio que rendirse al trapo rojo de torero. El animal cambió y obedeció mejor y más entregado a todos los cites. Las series finales con la muleta por abajo y con el toro ya entregado fueron el broche a una magnífica obra preñada de gran sabiduría. Una estocada caída hizo que paseara una oreja.

En el tercero, con el hierro de Victoriano del Río, la plaza se puso al rojo vivo tras un saludo a pies juntos a la verónica y un quite por chicuelinas con dos medias perfectas. La faena comenzó en unos ceñidos estatuarios y pases de pecho que hicieron subir la temperatura. Hubo mucha verdad ante un toro que embestía, pero al que le costaba repetir entre pase y pase. José Tomás hizo crujir la plaza en naturales mandones, templados y que fluyeron con gran naturalidad. Resultó volteado espectacularmente por perder la cara al animal. Se levantó sin mirarse e hizo pasar al toro por donde quería en dos pases de la granadina de gran pureza. El coso estalló en un gran final de faena. Un pinchazo alto y un descabello hicieron que sólo pudiera cortar una oreja.

Sí sumó los dos apéndices ante el cuarto, pero en el computo no fue la mejor faena. Mereció mucho más la segunda en los anteriores toros. El de El Pilar se dejó y tuvo son, aunque poca pujanza y chispa. José Tomás comenzó bien el trasteo y hubo buenas series sobre ambas manos, con naturalidad. Esta vez sí fue un cañón con la tizona y recetó el mejor espadazo de la tarde.

El quinto de Victoriano del Río fue noble, pero con el fondo justo. El inicio de faena fue vibrante y siguió toreando con profundidad y pureza, no tan fresco como en los otros toros, pero con mucha entrega. Fue volteado de nuevo y tras una estocada cortó un trofeo que debieron ser dos.

Lo menos relevante de la tarde tuvo lugar en el primer y sexto capítulo de esta encerrona en solitario. El primero fue un toro tan noble y enclasado como inválido, y que debió regresar a los corrales. El torero puso voluntad, pero el triunfo era imposible por la flojedad del animal.

El sexto, también de Cubiillo, se agotó muy pronto y echó la persiana. La faena prometía pero el toro se paró. José Tomás se puso cerca de los pitones y arriesgó. Con la espada flojeó, ya que el diestro acusó el cansancio y la entrega durante toda la tarde.