Opinión

Elecciones con pocos incentivos

El mirador

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
El próximo domingo se celebran en todo el territorio de la Unión Europea elecciones para la llamada Eurocámara. Anda el Parlamento Europeo muy preocupado por los indicios de muy baja participación en los países de Europa Central y Oriental. En el mejor de los casos parece que no alcanzará el 40 por ciento; unos diez puntos menos que sus socios del Oeste. En el peor, el caso de Eslovaquia y la República Checa, la participación se moverá en una franja entre el 15 y el 25 por ciento de los electores.

Los periodistas especializados suelen vincular esta débil participación a que los ciudadanos de estos países están afectados por el síndrome de “ser considerados europeos de segunda clase”. No negaré la plausibilidad de esta interpretación. Pero, por razones distintas, también en los países del Oeste, los incentivos a la participación son muy bajos. La causa principal está en la ausencia de la participación ciudadana directa, al haber encomendado a las legislaturas nacionales su regulación y convertido por tanto a las clases políticas nacionales en el mediador entre los ciudadanos y el Parlamento Europeo.

No sé cuál será la situación en otros países del Oeste, pero a la vista del contenido de los debates en España, no se siente uno menos de segunda que los eslovacos o los checos. Apenas hay, ni siquiera para disimular, una referencia a Europa. Es más, los grandes partidos utilizan instrumentalmente a sus teóricos cabezas de lista, oscurecidos permanentemente por sus grandes líderes respectivos, empeñado uno en seguir en el Gobierno; el otro, en sustituirlo.

Comprendo que sería muy difícil hacer efectivo un verdadero sufragio universal europeo, dada la elefantiasis que sufre la Unión Europea. Pero, por difícil que sea, sería la mejor solución. Es la única que garantizaría el carácter “democrático” del Parlamento. Aún más, los ciudadanos europeos no son los responsables de ese gigantismo. Otra, menos satisfactoria, pudiera ser un rígido sistema de incompatibilidades entre el mandato europeo y mandatos precedentes en los parlamentos nacionales. Quizá en otros países donde la política adversativa alcance menor rigor cainita, las cosas no sea tan negativas. Pero aquí los incentivos para participar en las elecciones europeas no son mayores que en Eslovaquia.