Cultura

Javier Colis: un rockero expresionista en Robledo

El veterano artista cambia Malasaña por la Sierra y publica con Las Malas Lenguas el álbum ‘Otra nube’

ENRIQUE PEÑAS | Miércoles 22 de octubre de 2014
Javier Colis afila su discurso en Otra nube (La Trinchera, 2009), el tercer disco con Las Malas Lenguas: rock en cueros buscando la esencia a través de palabras certeras y una voz ronca y oscura. Un crooner que invoca al bluesman Skip James, expresionista y retorcido, sin imposturas, recuperando las raíces para ser, más que nunca, un tipo moderno.

La conversación en su casa del barrio de la Estación de Robledo de Chavela acaba con el relato de su experiencia americana a partir de la participación en el homenaje a Leonard Cohen, con una gran acogida por parte de la crítica, tanto como para que vaya a repetir gira el próximo otoño; se suceden nombres como los de Jackson Browne, John Cale, Bill Frisell o Perla Batalla (con quien ahora comparte la versión de Balada de la yegua ausente), pero antes de eso tocaba hablar de Otra nube, el tercer disco de Javier Colis y Las Malas Lenguas (antes hubo otro en solitario, Luna de agosto), con el que profundiza en su camino por el rock más descarnado. “De alguna forma me encuentro en un punto de regreso. Al principio, quizá de forma voluntaria traté de moderar los excesos y ser más normal, entre comillas; en el segundo álbum ya se me fue un poco más la olla y ahora todavía más. Había también una intención de volver a las raíces, de ver de dónde viene todo esto para saber dónde voy, y vengo del blues y el rock, ese es mi género. Es lo que decía Verdi: para ser moderno hay que volver a lo antiguo”.

Antes fueron valses posmodernos, blues roto y un rock quebrado; y ahora también, retorciéndose, inquietante y brutal sin caer en el tremendismo, con el apoyo de un grupo en el que se mantienen Julen Palacios y Saúl Cortés -La Familia Atávica-, contando con Javier Díez-Ena (Dead Capo) al contrabajo y también con Silvia Grijalba como co-letrista, además de recuperar a su hermano Nacho a la batería (“es fácil trabajar con él; igual su personalidad no es tan fácil, pero nos entendemos muy bien y casi pondría la mano en el fuego a que haremos más cosas juntos”). Tan pronto adapta un poema de Giner de los Ríos (Mira esa barca) como se inspira en García Lorca (Otra nube), o lleva la música de Dylan a un cabaret de vanguardia (I’ll be yor baby tonight), siempre haciendo bueno lo de menos es más. “Huyo bastante de lo innecesario. Muchas veces hace perder intensidad y la idea original. Sin llegar al minimalismo, me gusta la idea de buscar la esencia, y muchas veces el proceso de trabajo con Las Malas Lenguas es de limpiar; más que poner, es quitar”.

Atrás, ya lejos, queda el pasado de Vamos a Morir, Demonios tus Ojos y Mil Dolores Pequeños. Prehistoria de la independencia en España. Recuerdos de una época distinta. O a lo mejor no tanto, explica Colis: “Sinceramente, yo creo que estamos en el mismo punto. Con respecto a aquel tiempo, sí hay más grupos con unas propuestas más personales, pero a nivel de público no ha cambiado mucho. Incluso ha empeorado en algún sentido; en cualquier sitio hay una mentalidad mucho más abierta. Aquí éramos los últimos compradores de discos y ahora resulta que somos los primeros en descargas; y no es que esté en contra, pero como síntoma no me parece bueno. Y otra cosa con la que soy bastante beligerante es que hay cierta idea generalizada de que la música tiene que ser gratis. Esa mentalidad de hacerlo por amor al arte ya se supone, pero si quieres calidad y unos Beatles o unos Sonic Youth necesitas que esa gente sea profesional, es imposible de otra forma. Hay que profesionalizarse, que no tiene nada de malo”.