Opinión

Desprecio y vejación en el ‘spa’ de Collado Villalba

Luces y sombras

Manuel J. Ortega

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Una vez más, las instalaciones deportivas municipales de Collado Villalba han vuelto a ser protagonistas. Nos estamos refiriendo a la nueva zona de las piscinas cubiertas, recientemente remodelada por el Consistorio a través de una inversión superior a los 5 millones de euros a fin de dotarla de un ‘spa’, que dispone de una zona de talasoterapia y tratamientos acuáticos, de un espacio de relajación y descanso, otra de masajes, duchas, saunas, baños turcos, etc., que tras su inauguración el pasado año al parecer no está, como cabría suponer, a disposición de todos los públicos. O al menos eso es lo que se desprende de la denuncia realizada por las tres monitoras de un grupo de nueve personas con discapacidad intelectual que decidieron visitar estas instalaciones, según recogía el pasado martes la edición digital de El Mundo (www.elmundo.es).

“El sábado, 14 de febrero, un grupo de amigos fue tratado con cierto desprecio por algunos profesionales del ‘spa’ municipal de Collado Villalba. La razón, la más absurda de todas: eran personas con discapacidad intelectual”, dice la nota de protesta enviada por las monitoras al periódico madrileño.

Este grupo de nueve amigos, vecinos de Galapagar, había decidido visitar estas instalaciones con las mismas ganas e ilusión que cualquier grupo de ocio. Los chicos y chicas -más bien diremos señoras y señores, ya que su edad media roza los 30 años- llegaron a la recepción de estas instalaciones sobre las 16.20 horas acompañadas de sus monitoras. El recepcionista, al parecer, un tanto sorprendido, solicitó de inmediato la presencia del responsable de la piscina. Cuando este llega a la recepción ambos susurran durante unos minutos (la visita parecía haber trastocado sus planes), diciéndoles finalmente: “Tenéis que rellenar unas hojas con vuestros datos médicos”. Los sorprendidos visitantes aceptan colaborar. Diez minutos más tarde les entregan unas fotocopias y unas hojas médicas para que las rellenen con sus datos
Reconocimiento médico
“Una empleada del ‘spa’ nos invita a pasar a otra sala para cumplimentar los formularios, a lo que me negué -dice una de las monitoras-, aunque posteriormente decidí colaborar para que se firmara el último de ellos en una habitación colindante”. Cuando los trámites parecían superados “apareció un médico que dijo no responsabilizarse de ninguno de los miembros del grupo porque antes tendría que hacerles un reconocimiento, que por supuesto no estaba dispuesto a hacer.”.El absurdo papeleo finalizó con el cobro de 110 euros, importe de la entrada al Spa, a las 17.15 horas, casi una hora más tarde. “Nuestro autobús de vuelta a casa nos recogería 45 minutos más tarde (18.00 horas), por lo que el baño apenas fue de 20 minutos”
“Mi pregunta, dice una de las denunciantes, es la siguiente: Si mañana mi pareja y yo fuéramos a disfrutar del maravilloso ‘spa’ municipal villalbino, ¿tendría que pedirle permiso a su responsable para entrar? ¿me harían rellenar una hoja con mi ficha médica? ¿me pedirían cambiar de sala para firmar dos papeles? ¿un médico me haría saber que no se responsabilizaba de lo que pudiera pasarme? Y entonces, ¿tardaría una hora en pisar por fin las piscinas termales?”.

Finalmente, las tres monitoras que acompañaban el grupo han manifestado su “indignación con el servicio que estos profesionales (y digo profesionales por pura educación) nos brindaron. Porque todos nos sentimos discriminados; porque no nos hicieron sentir integrados; porque su ignorancia nos amargó una tarde de ocio. Quisiéramos, eso sí, mencionar a Bella, empleada del ‘spa’, que una vez en el agua nos trató con muchísima amabilidad y sin perder la sonrisa”.

Conclusiones finales
Sin animo de querer echar más leña al fuego sí quiero decir que si este lamentable y vejatorio incidente hubiese ocurrido en una empresa privada los responsables a estas horas ya estarían expedientados. Obviamente, en una entidad pública la respuesta se nos antoja muchos más contundente y sin embargo pese al tiempo transcurrido (estos hechos, insisto, se produjeron a mediados de febrero) nada se ha sabido al respecto. Y no culpo ni a los recepcionistas ni tampoco a los empleados, porque estoy convencido que estos desde el primer momento se limitaron a seguir las instrucciones de sus superiores (los teléfonos móviles funcionan perfectamente a cualquier hora del día), sino a sus superiores, es decir a aquellos que gerencian este tipo de instalaciones públicas (la mayoría de ellos cargos de confianza del alcalde), percibiendo por esta gestión sueldos bastante generosos. Lo preocupante es que muchos de estos dirigentes, en vez de preocuparse por el buen funcionamiento de los servicios públicos que les han sido encomendados, se limitan a ver los toros desde la barrera. Y luego pasa lo que pasa.