Tribuna
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Probablemente Dios no existe, deja de preocuparte y disfruta de la vida. El anuncio ha irrumpido con fuerza, aunque con poca originalidad, porque es una mera copia de los ingleses. También en esto. ¡Que inventen ellos! Estamos habituados a la propaganda religiosa y la contraria provoca agresividad. Creyentes de todos los credos se sienten amenazados, además de sorprendidos. Ya se anuncian contrarréplicas.
Pero la reactividad es peligrosa, además de vindicativa. Puede cegarnos a las razones del otro. En una palabra, ¿pueden aprender las personas religiosas de los ateos? A veces la crítica a la religión puede contribuir a mejorarla, como ocurrió cuando la Ilustración criticó al cristianismo con la doctrina de los derechos humanos.
El lema contrapone la existencia de Dios a disfrutar de la vida. Es una protesta contra la religión que sofoca, contra un código religioso basado en mandatos, prohibiciones y exigencia de sacrificios, contra lo que acentúa la negatividad de la vida. ¿Por qué incomoda a los cristianos, si el Evangelio es una buena noticia? Jesús trajo un mensaje de esperanza; sanó, perdonó y alivió el sufrimiento; transmitió ganas de vivir y de luchar; anunció una salvación aquí y ahora, para la vida, la del Reino de Dios. Nadie acusaría a Jesús de obstaculizar la felicidad humana. El problema es que no ha ocurrido lo mismo con la religión cristiana. El moralismo y la indoctrinación, la juridización del pecado y la proliferación de mandamientos y normas eclesiásticas han hecho a la religión odiosa para mucha gente. No todo el cristianismo se reduce a esto, pero este código impositivo forma parte de su historia. Y los ateos que protestan contra él tienen más razón que los que aceptan el código religioso, aunque asfixie la vida, porque paradójicamente es incompatible con el evangelio. La respuesta a este eslogan no puede ser sólo otro contrario (“Dios sí existe, disfruta de la vida en Cristo”), sino una transformación del cristianismo actual en la teoría y en la praxis.
Hay que disfrutar de la vida, exista Dios o no. El problema es ¿qué entendemos por disfrutarla? Para muchos es una mezcla de bienestar material, hedonismo y sexualidad, y pasarlo bien. Para otros esto no basta, es insuficiente y hay que buscar algo más. ¿El qué? Querer y ser querido, compartir y participar, contribuir a la justicia, la paz y la felicidad de los otros. La confrontación radical no es entre ateos y cristianos, sino entre los que se ponen las metas de su vida en la mezcla del dinero y sexo que domina nuestras sociedades, y los que, del modo que sea, ponen el acento en las relaciones personales, y en la justicia y fraternidad que derivan de ella.
Según lo que se entienda por felicidad, así nos calificamos. Y esto no equivale a ateos contra cristianos, porque en ambos grupos hay gente con dos códigos diferentes. Y desde la perspectiva cristiana, ni son todos los que están ni están todos los que son. El Reino de Dios es más que la Iglesia y los criterios para determinar quién es cristiano no son las prácticas religiosas, sino la actitud ante los que tienen hambre, los enfermos, los que sufren, etc (Mt 25, 31-46).
“Probablemente Dios no existe”. Es una afirmación respetuosa, sin fanatismo ni radicalidad. Expresa el punto de vista de mucha gente, aunque no sea la mayoría. Está abierta al diálogo, porque lo probable (para mí) no es lo cierto y lo seguro. En una sociedad plural hay que evitar los maximalismos agresivos en favor de la convivencia plural de credos y religiones, de personas con visiones diferentes. En la religiosidad española hay mucha intransigencia y fundamentalismo, tanto entre los teístas como entre los ateos. Afirmar la propia postura implica agredir al que piensa diferente, que es el enemigo. Probablemente Dios existe se prodría añadir, y algunos añadirán que están convencidos de ello. La creencia en Dios es compatible con dudas, preguntas, e incertidumbres. El creyente sólo puede testimoniar su fe, dar razones del sentido de la vida que ha encontrado en Jesús. Desde ahí puede interpelar al ateo, nada más... En una sociedad poscristiana, la de la muerte de Dios, es bueno que resurja el debate.