Opinión

Al hilo de las palabras del Rey

TRIBUNA

Víctor Corcoba

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Al igual que todos los años por Nochebuena, el Rey se ha dirigido a todos los españoles en su tradicional discurso. De entre lo dicho, que fue mucho e intenso, subrayó las palabras dirigidas a suscitar una cultura política de ilusión, unidad y responsabilidad para despertar el interés por los asuntos públicos.

Me parece un extraordinario aviso para todos, pero sobre todo para aquellos que concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular.

Hace falta una cultura política de ilusión que respete a las personas, bajo el deseo de buscar una síntesis entre la unidad y la diversidad. Realmente, cuando falta el anhelo de lucha o falla la utopía, difícilmente se puede avanzar. La unidad de nuestra comunidades autónomas no es una simple quimera ciudadana, sino irremediable mandato del destino de un país. La propia participación en la vida política exige una coherente responsabilidad hacia el bien común y hacia esa unión, tan precisa como necesaria. La política de la mentira, de la pasividad, incapaz de oponerse a las raíces de las injusticias, pienso que se nos ha instalado en el cuerpo más de lo debido, algo que es funesto para toda sociedad, puesto que socava la confianza entre los individuos y rompe el tejido de las relaciones sociales. Con la falsedad, la desunión está servida en bandeja. Nadie se fía de nadie.

También el Rey se ha referido a otros problemas sensibles como la discapacidad, las graves enfermedades, la drogadicción, la violencia de género o los accidentes de tráfico, para los que ha pedido los mayores desvelos, así como para asegurar los derechos humanos, la dignidad e igualdad de las personas. También todas las políticas, todas las instituciones, toda la ciudadanía ha de implicarse con desvelo en mejorar la solidaridad con sus propios conciudadanos y entre sí. Avivar la cultura de la donación, promoviendo la vida familiar o las asociaciones de voluntariado, es una buena manera de convivir compartiendo. Frente a esa solidaridad que nunca llega o llega tarde, debe prevalecer un modelo de Estado de auténtica solidaridad. Y ahí los políticos han de dar el todo por el todo.