María Jesús Martín - Galapagar
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Con la Navidad a la vuelta de la esquina, muchas personas empiezan a descolgar los disfraces del armario para vestirse de buenos deseos. Aunque no lo queramos aceptar, la mayoría sólo nos acordamos una vez al año de aquellos que sufren, de los que no tienen, de los enfermos y los más desprotegidos. Navidad para algunos es sinónimo de ser buenos, de olvidar rencillas y de mostrarse risueños con el vecino. Pero al final, todos esos esfuerzos terminan quedando en agua de borrajas, porque es precisamente en estas fechas tan señaladas cuando la gente se vuelve más ciega y sorda que nunca. Creemos que con ponernos una venda en los ojos para no ver la miseria de la vida o de taparnos los oídos para no escuchar las historias duras ni oír los quejidos y lamentos del que sufre, el problema está solucionado. ¿Y todo para qué? ¿Para ser más felices?.
La Navidad pasará y el mundo seguirá estando ahí, con todo lo bueno y por desgracia con todo lo malo que es lo que abunda y sobra. Y aunque por unos días intentemos limpiar nuestra conciencia haciendo obras de ‘caridad’, más de escaparate que de otra cosa, todo seguirá igual.