El delegado de Patrimonio Nacional en San Lorenzo de El Escorial, Pablo Larrea, el lunes en el Jardín de los Frailes (Foto: E. P.)
ENRIQUE PEÑAS | Miércoles 22 de octubre de 2014
Se detiene casi a cada paso para comentar los trabajos que se están realizando para mejorar el estado de la piedra, elemento primario del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial; conoce el nombre de cada uno de los trabajadores; detalla con mimo las actuaciones en marcha; hace una parada ante la entrada de la Iglesia Vieja; emprende el camino de bajada hacia el Panteón de Infantes; y finalmente se recrea en el paisaje que se contempla desde el Jardín de los Frailes, lugar donde hacemos las fotografías que acompañan esta entrevista con Pablo Larrea Villacián, alavés de nacimiento, licenciado en Derecho por la Universidad de Navarra, jurista en el Consejo de Europa y, desde hace seis años, delegado de Patrimonio Nacional en San Lorenzo.
Quizá lo primero sea hablar de lo más urgente, las obras de la Basílica, cerrada al público desde hace unas semanas. ¿En qué consisten los trabajos?
En realidad no sólo estamos haciendo obras en la Basílica, sino que es un proyecto más ambicioso, que lleva a cabo el tratamiento y la impermeabilización de elementos de cantería en distintos espacios del Monasterio, con una inversión de casi 1,5 millones de euros. Patrimonio Nacional está interviniendo en algunas zonas donde hemos detectado ciertas patologías de la piedra, como meteorización, disgregación o la presencia de sales como consecuencia de las humedades. Y esto se está haciendo en el cimborrio, pero también en la capilla de la Virgen del Patrocinio, en la escalera de Borbones, la galería de convalecientes, el claustro principal…
¿Cuán tiempo se prolongarán estos trabajos?
Las obras de la Basílica se van a prolongar durante los próximos cuatro o cinco meses, por lo menos. Todavía no lo sabemos a ciencia cierta; ahora mismo estamos terminando el montaje de los medios auxiliares, que nos permiten superar la altura para poder trabajar a 90 metros. Luego habrá que ver cómo se comparta la piedra con ese tratamiento, pero calculo que antes de Semana Santa no podrá ser, con lo cual el culto, las bodas y por supuesto el tratamiento de la Basílica como museo se ha cerrado al público, porque una obra de estas características no puede convivir con otras actividades. Por otra parte, su cierre temporal también nos va a permitir hacer una intervención en las instalaciones eléctricas, con un nuevo planteamiento, de modo que cuando se vuelva a abrir tengamos resuelto todo el tema del cimborrio, pero también una nueva perspectiva en el modo de entender la luz del templo.
¿Supone esta actuación un trastorno importante desde el punto de vista turístico?
Evidentemente, la Basílica es uno de los elementos más importantes del Real Monasterio, porque hay que tener en cuenta que es el edificio que se encuentra dentro de otro edificio, y a nadie pasa desapercibido. Pero el recorrido del museo ofrece muchísimos atractivos, y quizás este cierre permita poner en valor otros espacios que en su momento fueron utilizados como templo, como la Iglesia Vieja, que era el espacio donde se celebraban los oficios religiosos antes de que se terminase la Basílica; allí se recibieron los primeros cuerpos que fueron inhumados en este Monasterio, porque estuvieron sepultados el emperador Carlos V y su mujer, la emperatriz Isabel de Portugal. Por tanto, es un espacio que vuelve a cobrar sentido.
Al margen de proyectos de esta envergadura, ¿cómo es el trabajo de conservación que se realiza en el Monasterio?
Esto no cesa nunca. La labor de mantenimiento es constante, no sólo desde el punto de vista de la arquitectura, sino en el tratamiento histórico-artístico de los bienes. El hecho de que sea un espacio habitado, con la presencia de la comunidad agustiniana, permite tender puentes de comunicación muy directos acerca del comportamiento del edificio en todos sus espacios, y de hecho a la hora de preparar los tratamientos de impermeabilización y restauración de esos elementos de cantería, hemos incluido muchas zonas que la comunidad agustiniana había advertido que se encontraban con patologías muy similares a las que habíamos detectado en Palacio. Tener interlocutores tan próximos, y contribuir todos a esa tarea de vigilancia, nos permite tener una información real de lo que está pasando. El mantenimiento no sólo se realiza como en este caso promoviendo una gran obra, sino que también hay una labor con medios propios; con los oficios de los trabajadores de Patrimonio, porque aquí hay casi 160 personas: carpinteros, ebanistas, pintores, fontaneros, electricistas… Los talleres del Monasterio tienen tanta cuna como la Real Fábrica. El protagonismo se lo llevan las grandes actuaciones, pero yo querría resaltar el trabajo anónimo, discreto pero constante, de todas estas personas, que hacen todo para que nada se vea.
El hecho de que el Monasterio como monumento y museo conviva con el convento, y también con la actividad educativa, ¿supone un punto extra de dificultad para su gestión?
No es difícil, porque de hecho creo que ayuda a la gestión. Su habitabilidad nos permite tener información real. Las oficinas y el museo cierran, pero todavía queda luz en la fachada del mediodía, que corresponde a las celdas de los agustinos y a otros espacios que tiene la comunidad en el convento. Esto es de una gran utilidad, además de que, por supuesto, responde a un fin evidentemente histórico. A nosotros nos precede la historia, y ante ella nos comportamos. En este caso, además, es una historia que es presente.
A la hora de llevar a cabo este trabajo, ¿se mira el conjunto monumental escurialense como un todo, desde el bosque de La Herrería a las casitas, o es el Monasterio el elemento que centra la atención?
Patrimonio Nacional hereda una sucesión histórica, que es la de palacio, jardín, huerta y bosque. Y esa sucesión es la que sigue gestionando con igual interés. Por lo tanto, es tan importante la difusión y protección del Real Monasterio y todos sus bienes como la protección medioambiental que exigen todos los espacios verdes que lo rodean, y no sólo los que están más a la vista, sino otros que también son de Patrimonio, como el Pinar del Romeral o el Monte del Navazo de la Pulga. Hay que tener en cuenta que de 56 kilómetros cuadrados que tiene el municipio de San Lorenzo, Patrimonio Nacional gestiona 21. El Monasterio tiene 33.000 metros cuadrados en planta, pero de ahí a esos 21 kilómetros hay una gran masa forestal, jardines históricos y bosques de fundación real, que merecen tanta atención como el resto. E igual ocurre con las casitas, que constituyen otro ejemplo de palacete, jardín y bosque.
¿Hasta qué punto es importante la colaboración con el Ayuntamiento de San Lorenzo?
Es fundamental, porque Patrimonio Nacional es un agente más en el desarrollo del Real Sitio, y también me refiero a los territorios situados en término de la Villa de El Escorial. No se puede hacer nada sin el consenso de los ayuntamientos, porque nuestro fin es calar en los ciudadanos, en las personas que aquí habitan. Sólo así llegamos a nuestros visitantes, porque ellos no vislumbran realidades de gestión estancas, sino que se les ofrece todo el atractivo del lugar de una manera conjunta. Hay que velar por una actuación de conjunto, y no sólo con los ayuntamientos, también con la Hermandad de Romeros, con el Ateneo Escurialense, y con tantas asociaciones religiosas y de otro tipo que ayudan a enriquecer la vida del Real Sitio.
También parece que en los últimos años se ha realizado un esfuerzo de apertura hacia el exterior, desde los recitales de carillón a la presencia del Monasterio como escenario de distintas películas, pasando por los conciertos en la Lonja...
El carillón es la banda sonora de este Real Sitio. Que sea un espacio de cine, me lo creo, y además hay quien dice que también es un espacio de cielo. El carillón es un instrumento que con su música llega a todos los rincones. Es un hito en la historia que tengamos un carillonista oficial, después de que el último fuera del siglo XIX, y refleja la influencia que la Escuela de Flandes tiene en este Monasterio. Por otra parte, uno de los fines fundacionales de Patrimonio Nacional es acercar su cultura al pueblo, que es el titular de los bienes; no puede ser una realidad aislada. No podemos estar cantando vísperas aquí, y del otro lado de la Lonja en un baile típico serrano. Si San Lorenzo está en fiestas, Patrimonio está en fiestas. En todo caso, esto no es un cheque en blanco; precisamente actuamos con el Ayuntamiento para que todos los intereses queden lo más satisfechos posible, pero dentro de la conservación que estos espacios merecen, y ahí el celo es máximo.
Respecto a su función como delegado de Patrimonio, ¿cómo es el trabajo diario?
La administración de un lugar tan grande trae a la mesa pilas de papeles, de correos y de notas, y para ser eficaz conlleva mucha dedicación. Hay una actividad centrípeta y otra centrífuga, hacia dentro y hacia fuera, y eso se traduce en un trabajo incesante, pero no sólo para mí, sino para todos los que trabajan en Patrimonio. Es algo que se vive con especial vocación, y con toda la historia que precede a cada uno de los empleados que vienen a este Real Sitio.
¿Se continuará con la política de abrir al público nuevos espacios, como ocurrió hace meses con los Jardines Reservados del Rey y la Reina?
Estamos trabajando en ello, pero antes de tomar una decisión así habrá que valorar que todos los intereses que inspiran la gestión de Patrimonio estén salvaguardados. A medio plazo se ofrecerán nuevos atractivos, es una labor que no cesará en el futuro, porque el espacio lo merece. También se actúa sobre espacios que no son accesibles, como el Huerto del Prior o el Plantel del Palacio, porque todo eso favorece la visión de conjunto del Real Monasterio.
Y para alguien que está a diario en el Monasterio y que es su lugar de trabajo, ¿hay algún lugar favorito, un rincón para perderse?
Sí, claro, muchos. También depende de las épocas. Es un espacio tan atractivo y permeable que evolucionas con él. Por ejemplo, los jardines son una maravilla por las vistas que ofrecen, y más ahora que se logra una nueva perspectiva de la fachada este, además de la visión de La Herrería o la Villa de El Escorial. También está la Iglesia Vieja, me fascinan las Salas Capitulares, imponen mucho respeto los Panteones, me recreo en la época del XVIII cuando paseo por los aposentos de los Borbones... El Monasterio es una realidad que impone y que al visitante le produce un primer impacto muy fuerte, pero el más decisivo es el segundo. Lo más importante no es venir, sino volver, y sólo cuando se vuelve empiezas a disfrutar de todo lo que ofrece el lugar. Tiene un primer impacto, pero los que se suceden son mucho más personales.