EL MIRADOR
Víctor Corcoba
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
No hay que ser ninguna lumbrera para pensar que la educación es de extrema importancia para el futuro de un país. Sin embargo, desde hace tiempo nuestro sistema educativo es tan pésimo que los chavales abandonan los estudios a temprana edad. De poco van a servir esa docena de medidas encaminadas al enganche escolar. Es un engañabobos más. Ya desde el mismo momento en que se ha dejado de defender a la familia, punto de referencia insustituible, también se ha dejado de defender a la educación.
Es preciso educar a las personas para que sepan y quieran usar lo que han aprendido a favor del bien y no del mal, introducción que comienza a aprenderse en el hogar.
La educación sigue estando en manos de los políticos de turno, de las comunidades autónomas y sus gobiernos, empeñados en adoctrinar y en imponer sus propios proyectos, cuando instruir es todo lo contrario, ha de hacerse en libertad para formar personas libres, que no sean y no se conviertan en esclavas de sus propios vicios. Esto, evidentemente, requiere consensos y pactos. Que los poderes públicos se alejen de esa inherente garantía educacional, desvirtuando una programación general de enseñanza en todo el país, obviando la participación efectiva de todos los sectores afectados, es la mayor torpeza de un Estado social y democrático de Derecho.
Ahora se pretende parchear una sistema educativo para reducir el abandono escolar, algo que por si mismo ya está totalmente viciado, cuando lo que urge es un gran pacto educativo, con todos los agentes implicados, para cambiar y unificar lo que actualmente es un desastre total, puesto que el fracaso se dispara. A la familia hay que darle el protagonismo que le concierne y no se lo dan.