EL MIRADOR
Víctor Corcoba
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Mientras el espumoso mundo abraza impacientemente a Barak Obama, en un acto de verdadera locura, pesa sobre nosotros, sobre la globalizada sociedad, horrendos hechos que debieran combatirse con la misma agitación. Una reciente: la horrenda estampa de la lapidación de una niña de 13 años en Kismayo, Somalia, en un estadio repleto de espectadores como si de un divertimento se tratara.
Lo visto no puede causar mayor pavor. Ante este tipo de endemoniadas furias, fuera de todo juicio humano, cabe preguntarse: ¿dónde está la alianza de civilizaciones? Puede que sea un día histórico que Obama se haya alzado con la victoria, lo deseamos además, me parece saludable la regeneración, pero también debe hacernos recapacitar que se produzcan este tipo de desquicios y el mundo entero no se subleve.
No sólo Obama puede y debe cambiar el color de la historia, el mundo globalizado con todos los gobiernos del mundo, ha de injertar esperanza a esos pueblos crecidos de violencia y pobreza. Todos tenemos en los ojos imágenes dramáticas de conflictos y miserias, sin embargo somos incapaces de un diálogo auténtico entre las culturas y las religiones, que seguro aminorarían más de un problema. La capacidad de aceptarse unos a otros y de decir la verdad, quizás porque esas imágenes que vemos no las pasamos por los ojos del corazón, pienso que es algo esencial para superar las diferencias, prevenir los malentendidos y evitar confrontaciones inútiles que a nada conducen. Los titulares de prensa dicen que Obama culmina el sueño del cambio. Que en autenticidad lo sea, y no por el posible morbo de que sea el primer político negro que llega a la Casa Blanca, sino porque sus pruebas así lo testifiquen. Se precisa una transformación en el mundo. Creo que con urgencia. En bandeja el primer capítulo. Es necesario volver a pensar las reglas de una economía y de un sistema financiero que han olvidado poner en el centro de sus preocupaciones al ser humano como tal y al bien de toda la humanidad sin distinción alguna.