El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Hace algunas semanas ya comentábamos en este espacio el problema con las actas de los concejales y el hecho que pertenecieran a la persona y no al partido. Poco después, la historia se repite: hechos como los que hemos vivido recientemente en Valdemorillo y Galapagar ponen de manifiesto que quizá sea el momento de atajar el transfuguismo cortando el problema de raíz: cambiando la Ley Electoral, de modo que la representación corresponda al partido y no a la persona, o bien optando por las listas abiertas, si bien esta alternativa puede que sea más difícil de llevar a la práctica. En todo caso, tampoco se puede caer en una suerte de dictadura de las siglas, de modo que quien se encuentre en un determinado momento al frente del partido imponga a nombres afines que podrían ser sustituidos a las primeras de cambio. En este punto cabe exigir de nuevo responsabilidad a los políticos locales para evitar casos que se debaten entre el surrealismo y el bochorno total y que no pueden ser de ninguna manera representativos de la imagen de nuestros ayuntamientos. La decisión puede ser difícil y debería ser tomada con matices y precauciones, pero parece que no puede esperar mucho más.