Juliana GonzálezCollado Villalba
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Puesto que se leen a diario tantas malas noticias, creo que también es nuestra obligación intentar resaltar las buenas, que también las hay. Los hechos a los que me quiero referir en esta carta tuvieron lugar hace algunos días en el cementerio de Collado Villalba, donde asistí al entierro de un familiar.
Cuando sacaron el ataúd del coche fúnebre, la viuda, una señora mayor que había vivido un montón de años con su marido, intentó separarse de los que la tenían cogida por el brazo con el fin de abrazar el ataúd donde se encontraba su esposo. Puesto que sus familiares le impedían cumplir sus deseos, Serafín, el sepulturero villalbino, se percató del problema y les dijo: “Déjenla, por favor, déjenla. Venga conmigo señora, póngase a mi lado porque a mí no me molesta”. Una vez metido el ataúd en el nicho, le dejó que lo besara, y cuando ella se retiraba, Serafín le dijo: “Apóyese ahí, en ese muro, mientras yo cierro el nicho”. Cuando terminó su trabajo y viendo cómo el rostro de la señora había cambiado totalmente, Serafín se volvió hacia los familiares de la señora y les dijo: “¿Ven ustedes? Siempre pasa lo mismo”.
Había que estar allí para ver la actitud de Serafín; qué ternura, qué cariño, qué paciencia, qué buenos modales. Que Dios te conserve la vida muchos años para que puedas seguir haciendo tan bien tu trabajo.