Opinión

Supuestos medios de comunicación

Luces y sombras

Manuel J. Ortega

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Lamentablemente, los medios de comunicación de este país hemos empezado a perder bastante credibilidad, y ahí están las recientes encuestas realizadas por el CIS, donde los ciudadanos nos conceden una fiabilidad bastante alejada a la de antaño.

Y la culpa de este fenómeno social no la tiene el profesional de la información, sino esos grupos mediáticos que controlan las empresas editoras a golpe de talonario para defender sus intereses económicos, lo que les obliga a estar estar cada vez más vinculados a las familias políticas y por consiguiente próximos la actividad de los políticos. Y este virus no sólo afecta a los grandes grupos mediáticos del mundo de la comunicación, sino también a los más modestos, incluso a la denominada prensa local, que en algunos casos tiene que prostituir su presunta credibilidad para que su patrón consiga la adjudicación de una obra pública, la enajenación de un terreno de propiedad municipal o la recalificación de una parcela, porque no sólo en el Ayuntamiento de Marbella se prodigan este tipo de irregularidades que en ocasiones terminan siendo tipificadas por el Código Penal como delitos.

Aunque algunos no quieran reconocerlo, hechos de esta características se están convirtiendo en “el pan nuestro de cada día”, un pan con el que deben comulgar los jóvenes periodistas asalariados si quieren mantener su puesto de trabajo, porque en caso contrario los que desde la trastienda mueven los hilos de esa marioneta que sin rubor alguno llaman medio de comunicación (individuos carentes de escrúpulos e intrusos en esta bendita profesión), les pondrán de patitas en la calle. Por eso, y con estos antecedentes, no nos debe sorprender que alguno de estos medios se dedique única y exclusivamente a reírles las gracias a sus políticos protegidos o divulguen supuestas encuestas donde les pronostican con un gran despliegue tipográfico que van a ganar las próximas elecciones sin bajarse del autobús; incluso se permiten el lujo de vetar a una fuerza política que pese a haber obtenido representación corporativa les cae mal o consideran que puede ser un peligro para sus intereses espúreos o los de sus protegidos, que casi siempre suelen coincidir. En la Sierra, por ejemplo, este tipo de representaciones envueltas en papel prensa las podemos ver todas las semanas, disfrazadas de culebrón y además gratis. Aún así, reconozco que no resulta agradable coger uno de esos ejemplares y perder un tiempo precioso en leer un contenido tan reaccionario que nos recuerda al Alcázar en sus mejores tiempos.

Juan Luis Cebrián, periodista, ex director de El País y actual consejero delegado, dijo hace pocos días: “Hay medios que malversan la libertad de expresión por intereses ajenos a los de sus lectores”. Creo que la frase se ajusta perfectamente a la desaprensiva actitud empresarial (no confundirla con la profesional) que ponen de manifiesto estos presuntos medios de comunicación, cuyo objetivo, lo decíamos al principio, se centra exclusivamente en conseguir que el patrimonio de las empresas que financian a la sociedad editora aumente considerablemente a través de las influencias mediáticas que pueda generar una política informativa carente de escrúpulos en la que no hay término medio: o se está con ellos o se está en contra.