EL MIRADOR
E. Bartolomé
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
El pasado lunes entró sin avisar el otoño, para mí algo más que una de las estaciones del año. Astronómicamente comienza con el equinoccio de otoño entre el 22 y el 23 de septiembre y termina con el solsticio de invierno, el 21 de diciembre.
Son muchas las cuestiones que trae aparejadas el otoño. En nuestra ciudad los paraguas volvieron a ocupar las calles, la lluvia hizo de las suyas y más de uno quedó empapado.
La estación que precede al invierno siempre fue objeto de controversia. En las esquinas y en los bares escuchamos las dos posturas. Los que saludan su llegada y opinan que ya estaba bien de calor, de sequía y de jornada intensiva, y aquellos otros que se resisten a abandonar la época vacacional y argumentan que el mal tiempo y la grisácea claridad sólo traen malos augurios.
El otoño es gris según se mire. ¿Nunca se fijaron en los colores de esta estación? Ocres, amarillos, pardos o verdes adormecidos acompañarán nuestras retinas con olor a tierra mojada.
Los próximos meses serán de fuertes contrastes. Los villalbinos debemos acostumbrarnos a las escasas oportunidades que nuestro Ayuntamiento nos ofrece en cultura y ocio para seguir emigrando a poblaciones cercanas, donde hace años cogieron el ritmo y abren el abanico en las facetas de la danza, la ópera o el teatro clásico de siempre. Aquí, con la manía de aglutinar la mayor parte de acontecimientos de toda índole en verano (este año se han reducido en calidad y cantidad por la crisis), nos las vemos y nos las deseamos para pasar el tiempo sin más. Aunque bien es cierto que nos acostumbramos a no tener en nuestra ciudad casi de nada y hasta nos apetece darnos una vuelta por el entorno.