Opinión

Pobres gallinitas

EL MIRADOR

M.Agis

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Me acabo de enterar con mucho dolor de mi corazón, que los huevos que comemos proceden de unas pobres aves que están encadenadas en sus pequeñísimas jaulas a cadena perpetua. ¿Qué culpa tienen las gallinas, digo yo, para que las encierren de por vida en una jaula y las alimenten a base de piensos?.

Con lo hermosa que es la libertad. Picotear aquí y ahí, mojándose si es preciso, cuando caen cuatro gotas o buscando una sombra para echar la siesta en las calurosas tardes de verano mola bastante. Por fortuna, parece ser que una directiva comunitaria va a terminar muy pronto con este Alcatraz avícola.

Vivimos, ciertamente, en un tiempo lleno de contrastes, con una exagerada sensibilidad para apreciar tonterías y, en general indiferentes a los sufrimientos ajenos. Me lo decía hace pocos días una amiga mía, cuando le preguntaba como llevaba en síndrome postvacacional: “¡Eso es una gilipollez que han inventado los psicólogos!”, me espetó. En realidad, seamos francos, ésta y otras chorradas semejantes las hemos inventado nosotros, que vivimos en una sociedad opulenta. Nuestra mirada y también nuestra sensibilidad son selectivas. Sufrimos una depresión porque lo hemos pasado de puta madre en Benidorm y, además, porque hemos aumentado la talla del pantalón. Y mientra tanto no nos damos cuenta de que en Almería o en Tenerife siguen llegando cayucos a diario cargados de seres humanos que viven peor que nuestras gallinas clónicas. Yo, que no se diga, me apunto a la libertad para los pollos, porque los pobres animalitos también son de Dios.