Opinión

Bombas veraniegas

EL MIRADOR

J. J. León

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Ha vuelto un clásico de verano: las bombitas de ETA en las costas españolas. Hacía tres años que no cometían atentados contra intereses turísticos, ni siquiera el verano pasado, pese a que en junio de 2007 rompieron la tregua. Han vuelto, y precisamente en Cantabria, uno de los escenarios habituales de la temporada estival.

Es cierto que esta vez en plena crisis, los terroristas han sido más comedidos y sólo han colocado cuatro artefactos (tres en playas de Laredo y Noja y el cuarto en un campo de golf). Antes ponían coches bombas. Y las explosiones han llegado casi en las vísperas de un encuentro entre el presidente (Zapatero) y el líder de la oposición (Rajoy) para hacerse una foto sonriendo en La Moncloa, a pesar de la ruina. El mejor plan de Ibarretxe era que no había bombitas, ni tiritos en la nuca, mientras durara el proceso. Estaba pactado, en el mismo paquete que el voto del Partido Comunista de la Tierras Vascas con Nekade Erauskin mirando para otro lado. Un mensaje claro nos daban: habrá tranquilidad veraniega total, sin etarras en la costa, si este plan de la autodeterminación es posible. Y cuando han comprobado que no cuela, volvemos a despertarnos con la misma historia de otros veranos.

ETA ha iniciado su campaña con bombitas de cercanías. Empieza por Cantabria, uno de sus destinos preferidos, que tiene alta ocupación hotelera en este mes de julio canino, y que está la lado de Vizcaya, la provincia del comando ídem y ahora a esperar próximas actuaciones. En otros veranos, la campaña seguía por la costa de Levante y la Costa del Sol malagueña. Cataluña quedó fuera del programa, después de que mataran a un mosso, gracias a los acuerdos con Carod-Rovira.