Opinión

La prepotencia de la ignorancia

Secretaría del CPPM de Galapagar

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Aveces la historia no se repite, simplemente continúa. En la administración, esto es una ley, la ley de la conservación de la energía. Porque aquí, la energía ni se crea, ni se destruye, ni se transforma, sencillamente no se utiliza. ¿Qué hacer con la energía de la administración? ¿utilizarla para resolver el problema de los ciudadanos? ¿utilizarla para pensar cómo resolverlo?.

No, demasiado complejo para un sistema en el que la dirección es advenediza y su maquinaria, los trabajadores, tienen conciencia de estar pero de no ser. Hoy, en pleno 2008, en el Ayuntamiento de Galapagar nos encontramos con nostálgicos de los años 60. Hombrecillos de traje y corbata, convencidos de que solamente esto, su traje y su corbata les confieren autoridad. Cerebros paralizados, quizá por la corbata demasiado ajustada, que desconocen que en todos los cuerpos la sangre es impulsada por el corazón. Si estos individuos, por el retrueque del actual sistema electoral, aparecen en algún puesto del poder sus comportamientos se convierten en espectáculos.

En Galapagar tenemos un caso notable. Un respetable individuo, de impecable corbata y pulcro traje que, encabezando una asociación de vecinos que por circunstancias de la vida devino en “agrupación política”. Alcanzó un puesto de concejal, y en la partido de tetris postelectoral, amaneció acaudillando una Corporación municipal. Eligió la Concejalía de Personal y empezó a mostrar a todo el mundo su corbata. Y le cogió gusto. Descubrió que en su posición actual, posiblemente opuesta a la que tenía antes de las elecciones, es mucho más cómodo y energéticamente rentable vencer a convencer. Para vencer únicamente necesita la fuerza y para convencer, la razón. La fuerza cree que se la da la situación del momento y la razón, ni la tiene ni la contiene.

Va enmendando la plana a los famosos criterios de igualdad y eficacia de la administración, prostituyendo el fondo de las normas, mirando únicamente los garabatitos negros que son las letras.

Ahora tenemos un personaje que está a medio camino entre un apóstol de la fuerza y un proxeneta de la ley. Investido con todo el poder y autoridad que le otorga la corbata, se ha decidido a meter en cintura a sus subordinados díscolos, al modesto apéndice inflamado que no le dejan extirpar: la Policía Local, ‘los policías de la porra’, que ahora pretenden entender de leyes, e incluso pensar mientras realizan su trabajo.

Qué duro para un encorbatado concejal escuchar a un guardia con el graduado escolar exigiéndole que, ya que trabaja por la noche, ajusten sus retribuciones a la ley y le paguen justamente el concepto de nocturnidad. A él, que ha leído que, por definición, sea cual sea el complemento específico de un Policía, ya lleva incluido este concepto.

Sabe que los policías de los turnos del día cobran lo mismo que los del turno de noche, pero en aras de la igualdad así debe ser. Eso va en el trabajo del policía.

Tres cuartos de lo mismo pasa con el concepto de festividad. Amarrándose a un sistema de retribuciones arcaico, donde estos conceptos se pagan en pluses, está resuelto a eliminarlos, pero lejos de entender que si están en pluses es porque no están en el complemento específico, lo quieren eliminar porque forzando a la pobre ley, quiere hacer creer a todos que lo que pasa es que se cobra dos veces. Pobre de aquella que sabiendo lo que dice le hacen decir lo que no quiere.

Así, de esta forma tan original, este sesudo gestor de recursos humanos, ha conseguido generar un conflicto laboral que nunca se ha conocido en Galapagar. Pero para él no es nada. El sabe como solucionarlo. Para eso tiene una corbata. Su inteligencia es tal que no necesita cerrar los ojos para no ver. Su corbata es más grande que su razón.