EL MIRADOR
Lus Gómez
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Bien. Al parecer el Gobierno ha decidido fomentar, directa o indirectamente, la natalidad con dinero de todos. Nos referimos al cheque-bebé. Parece que no se contenta con la expansión demográfica que supone la desaforada inmigración. Debo recordar que el crecimiento poblacional no depende sólo del número de nacimientos, de la tasa de natalidad, sino también de las defunciones, de la llegada de nuevos pobladores que, a su vez, tendrán hijos.
Estoy convencido de que nuestros ínclitos políticos lo ignoran, pero deberían saber que una tasa del 3,5 dobla la población en 20 años. O sea, en cinco legislaturas, que de ser esta la situación (quede claro que me estoy refiriendo a la población real, no a la nacional que crece por motivos varios), deberán desde ahora mismo acometer la tarea de acrecentar los servicios para acomodarlos a la nueva situación.
Entiendo que los cristianos se atengan al preceptivo divino, crezcan y se multipliquen, pero que los laicos los secunden... No lo entiendo. En cuanto a los motivos empresariales, les daré una cifra modesta, muy modesta, de dos millones de inmigrantes que consuman unas 50.000 pesetas mensuales de promedio al cabo de un año habrían abonado 1,2 billones de pesetas, o sea un uno por ciento del PIB (calculado en unos 100 billones de pesetas). En consecuencia, el consumo inmigrante aumenta el PIB y favorece al empresario, pero... ¿qué le cuesta al Estado? ¿qué nos cuesta a todos? ¿cómo cuadrar las cuentas cuando el de fuera, aún sin cotizar, tiene derecho a todo?. Y para colmo, el derecho al reagrupamiento familiar sin tener en cuenta la repercusión en el país de acogida, ni el concepto que los países de origen tienen de la familia. ¿Impide acaso que un polígamo entre esposas, hijos, ascendientes y familiares precisados de acogida agrupe a unos centenares en torno a sí?.¡Vamos, paren que me bajo!.