Emys orbicularis
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
“El domingo, mientras que remojaba en la charca y me llegaban los ecos de la romería desde la ermita de El Cerrillo, tuve un extraño sueño. Una voz de mujer decía, con el sonsonete típico de las sevillanas: “Yo iba de peregrina y me cogiste de la mano / Me cogiste de la mano, yo iba de peregrina / Y me cogiste de la mano / Me preguntaste el nombre, me subiste a caballo”. Un momento. Abrí los ojos y no, no era María del Monte de paso por Galapagar. La canción seguía: Me subiste a caballo, fuimos cantando las flores / que nacen nuevas en mayo / Y me di cuenta en seguida / que estabas enamorado. Qué bonito es el amor, más que nunca en primavera, como cuando tras las elecciones de mayo de 2007, todos a una, como en Fuenteovejuna, negociaron y se prometieron fidelidad y amor eterno (pero ya se sabe que la eternidad es un valor en decadencia, y si te he visto no me acuerdo), en la salud y en la enfermedad, en todos los días de la legislatura. Vótame, me dijiste vótame / Vótame por el camino / Y agarrado a tu cintura te voté / A la sombra de los pinos. El enamoramiento, la unidad inquebrantable, las 14.000 firmas, la retirada del Plan General, aquellos primeros plenos sin sobresaltos... Ay, qué momentos aquellos... Cómo el pasa el tiempo. Y de vuelta al pueblo lo que de verdad parece que suena a lo lejos es una jota castellana: Y allá va la despedida / la que echan los labradores. Surco arriba, surco abajo / y adiós ramito de flores”.